Friday, August 28, 2009

Lady Gaga despierta curiosidad hacia la ambigüedad sexual del hermafrodita

viernes, 28 de agosto de 2009
Janet González Bolívar / Primera Hora

La nueva sensación del pop estadounidense, Lady Gaga, procura ser extravagante en todo sentido. Viste atuendos estrambóticos, arregla su cabello en complicados peinados y graba vídeos controversiales para cautivar la atención mediática. Pero su lado más polémico es, quizás, el menos evidente para sus seguidores: la condición de hermafroditismo -o intersexualidad- que esconde en su entrepierna.

Todo se descubrió hace algunas semanas, cuando salió a la luz pública un video suyo en pleno escenario que mostraban un “bulto sospechoso” en el área. La cantante, lejos de desmentir el escándalo, confesó que tiene ambos genitales, que para ella es algo normal, pero que sexualmente se siente mujer.

Esta cándida revelación es, sin embargo, una excepción en el complicado mundo de los intersexuales, quienes suelen esconderse entre las sombras ante la incertidumbre de ser hombre o mujer. La mezcla de características de ambos sexos es, según los expertos, un embarazoso problema que le trae numerosos dilemas a quienes padecen la condición. Atraviesan conflictos psicológicos, tienen una baja autoestima, sufren de problemas de identidad sexual y coquetean -incluso- con el suicidio, pues la sociedad los estigmatiza y les guarda distancia.

“La mayoría de los intersexed sienten una gran depresión, frustración, estrés y ansiedad, porque la persona no sabe qué es y no hay nadie que le hable claramente al respecto”, detalla el Dr. José R. Pando, psicólogo clínico y terapeuta sexual. “En estos casos, que no son muchos, existe una sensación de inhibición y un retraimiento social a lo largo de la vida: son los niños que no se quieren quitar la ropa en el locker room de educación física, los que se bañan con calzoncillos puestos, etcétera. Son personas que sufren muchísimo porque no se aceptan a ellas mismas”, asegura.

Sexualidad indefinida

Aunque es más común escuchar el término hermafrodita que intersexual, la realidad es que son más frecuentes los segundos. El Dr. Pando explica que la diferencia estriba en que en el hermafroditismo, la persona nace con genitales externos de ambos sexos (pene y vagina), mientras que en la intersexualidad sólo hay “vestigios o partes de los dos órganos”. En el ámbito de la neonatología, la Dra. Rosa Bonilla especifica que a este diagnóstico se le conoce como genitalia ambigua, concepto que etiqueta a los bebés cuyos genitales no son característicos de un sexo en particular.

“La definición de intersexualidad es cuando hay elementos biológicos en la anatomía del ser correspondientes a los dos sexos. Estos casos son más habituales que los de hermafroditismo, pues la idea de tener los dos equipos completos como sucede en esa afección -es decir, la vulva, el clítoris, las trompas (de Falopio) y, a la par, los testículos, el pene y la próstata-, no es tan común”, observa el Dr. Pando, quien ha tratado pacientes con intersexo.

Las manifestaciones anatómicas de esta hibridez son varias, pero la literatura científica ha fijado tres tipos de intersexualidad. En la intersexualidad 46 XY, conocida también como pseudohermafroditismo masculino, la persona tiene cuerpo y cromosomas de un hombre, pero sus genitales son femeninos. La 46 XX, o pseudohermafroditismo femenino, se manifiesta -por el contrario- mediante el físico y los cromosomas de una mujer pero con genitales masculinos. La tercera categoría es el hermafroditismo verdadero, ese infrecuente escenario en donde se presenta tanto un pene como un clítoris atrofiados.

La ambigüedad sexual que rodea a las personas que sufren estos males ocasiona que “muchos de los casos se vayan mal diagnosticados del hospital”, advierte la neonatóloga Bonilla. La especialista precisa, de hecho, que la mayoría de los intersexuales son criados como chicos debido a la existencia de un pequeño falo (que en realidad es un clítoris agrandado), aunque el sexo dominante es el femenino en términos cromosómicos.

“La genitalia ambigua es uno de los procesos más difíciles en la pediatría porque es muy duro decirle a una mamá que no se sabe si tuvo un varón o una hembra”, confiesa la Dra. Bonilla. “Lo más importante es que debemos hacer un diagnóstico lo más rápido posible porque esa incertidumbre trae mucha ansiedad a la familia, pero es necesario tener a la mano todos los resultados de los estudios pertinentes”, precisa.

¿Por qué sucede?

La intersexualidad es una rareza genética que tiene varias explicaciones. Una de ellas habla de trastornos hormonales en la madre durante el embarazo, periodo en que la mujer fabrica más hormonas masculinas de lo normal. El resultado en este cuadro es una visible alteración de los genitales externos, como un clítoris de mayor tamaño.

Aparte de esta teoría, los expertos explican que los intersexuales son el resultado de un “cortocircuito genético” en el desarrollo inicial del feto.

Asignando el sexo

En décadas pasadas, eran los padres quienes elegían el sexo del bebé intersexed tomando en cuenta la opinión del pediatra o médico de cabecera. La idea era que la asignación del sexo debía ser lo más rápido posible, así que la norma era tomar la decisión basándose en los genitales externos y no en el sexo de los cromosomas, como debe ser.

Hoy día, la historia es distinta. Si bien sigue siendo importante establecer un diagnóstico temprano -las leyes locales dan pocos días para registrar el sexo del recién nacido-, la realidad es que la complejidad de la condición y el gran número de casos dudosos hacen necesario que la etiquetación demore más.

Según explica la neonatóloga Bonilla, los bebés que presentan la anomalía de genitalia ambigua tienen que ser sometidos a una serie de estudios desde que nacen. Entre éstos figuran un análisis de cromosomas, un ultrasonido para evaluar la estructura de la pelvis (si existen ovarios y/o testículos que no hayan bajado) y un examen físico exhaustivo.

“En los países progresistas de avanzada científica, como Holanda, lo que se está haciendo es esperar para determinar no sólo cuál es el sexo que más se desarrolla y el que sea más funcional, sino también el que el dueño de ese cuerpo quiera manifestar”, puntualiza el Dr. Pando, añadiendo que esta decisión se podría retrasar entonces hasta la pubertad.

En estos casos, es el propio individuo el que decide sobre su sexo, aceptando o no someterse a alguna cirugía correctiva o tratamiento hormonal.

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Thursday, August 27, 2009

El sexo no es sólo una Y

Los cromosomas o genes no definen la identidad sexual de una persona - El caso de la corredora surafricana Caster Semenya muestra la dificultad de delimitar el género en casos límites

En 1980, una bala perdida en un atraco en Cleveland mató a Stella Walsh, que pasaba por allí. En la autopsia se descubrió que aunque viviera como mujer, tenía genitales masculinos. En 1932, sin embargo, nadie había dudado de su feminidad cuando, compitiendo con el equipo polaco, Walsh (nacida Stanilaswa Walasiewicz) se convirtió en la primera mujer que bajaba de los 12 segundos al ganar los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, ni tampoco en el Berlín de 1936, cuando ganó la plata. Nadie dudó y nunca fue sometida a un control de sexo. Se evitó la humillación pública y el trauma posterior. No sufrió lo que la india Santhi Soundarajar, desposeída de su medalla de los 800 metros de los Juegos Asiáticos de 2006 al comprobarse posteriormente que en realidad era hombre. Su primera reacción fue un intento de suicidio.

Seguramente, si Stella Walsh hubiera nacido más tarde no habría podido participar como mujer en ninguna competición deportiva, pues, entre 1967 y 1999, todas las mujeres, salvo una, que desearan participar en los Juegos Olímpicos debían someterse a un control de sexo. La excepción fue la princesa Ana de Inglaterra, a quien evitaron el trago por su sangre azul cuando participó como jinete en la hípica en los Juegos de Montreal 76. Todas las demás debieron someterse a un reconocimiento físico y a un análisis de ADN que detectaba si entre sus 23 parejas de cromosomas había alguna Y, señal de masculinidad: los hombres generalmente tienen en cada célula un cromosoma Y y uno X; y las mujeres, dos X. El objetivo era evitar sencillamente que hombres disfrazados de mujeres participaran en las pruebas femeninas, donde contarían con ventaja dada su mayor fuerza natural. Por eso, evidentemente, a los hombres no se les sometía rutinariamente a un control de sexo: no se podría entender que una mujer, siempre en desventaja, hiciera trampas para competir con los hombres. La primera víctima fue la polaca Ewa Klolukowska, plusmarquista mundial de los 100 metros en 1965, cazada por el test de cromosomas y obligada a retirarse en 1967.

Sin embargo, todo trato diferenciado conduce irremisiblemente a la discriminación, y por eso, y porque también se comprobó que no todo está en la Y, y que no por tener un cromosoma masculino se tenía ventaja en la competición, en 1999 el Comité Olímpico Internacional (COI) suprimió los controles de sexo. "Era completamente innecesario el humillante examen físico", explica Arne Ljungqvist, presidente de la Comisión Médica del COI, "además porque ya durante el control antidopaje se obliga a los deportistas a desnudarse completamente para estar seguros de que la orina que suministran procede efectivamente de su uréter. Evidentemente, un hombre disfrazado de mujer no pasaría esa prueba. Y los análisis nunca son concluyentes, siempre son injustos con atletas con alguna anomalía genética o que pertenecen al llamado género intersexual". Caster Semenya, la adolescente surafricana (tiene 18 años) por la que todo el revuelo se ha montado, ha pasado, efectivamente, controles antidopaje en Berlín.

Esta idea es la clave de un artículo publicado la semana pasada en la revista Nature con motivo del caso de Semenya. En él se recogía la opinión del experto en trastornos de crecimiento de la Universidad de Yale Myron Genel. Para la mayoría de la población, rige que una mujer tiene dos cromosomas X en el par 23, y un hombre tiene un par XY. Pero los científicos insisten en que "puede haber individuos con dos X que desarrollen caracteres masculinos, y otros con un X y un Y que nunca los tengan". Además, para acabar de enredar más la madeja, señalan que también hay personas que son XXY.

Y si en vez del análisis cromosómico se miden los niveles de hormonas tampoco se obtiene una diferenciación clara. "Algunos individuos XX tienen condiciones médicas que hacen que sus niveles de hormonas androgénicas [las masculinizantes, como la testosterona] sean elevados, lo que puede llevar a características como una mayor masa muscular", señala la revista. "Mientras que otras XY no se desarrollan como varones porque tienen un síndrome de insensibilidad androgénica", lo que implica que no responden a su propia testosterona.

Ya un editorial aparecido a principios de los años noventa del pasado siglo en JAMA, la revista de la asociación médica de Estados Unidos, atacaba los controles tradicionales por considerarlos discriminatorios y poco científicos. "No hay una línea clara entre sexo masculino y femenino", decía. "Que sea la persona la que elija". Este pensamiento lo ha seguido la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) desde 1992, cuando abandonó, antes que el COI, los controles de sexo y fijó las líneas maestras para dirimir los casos controvertidos, siempre uno a uno cuando una duda razonable obligue a proceder a ello, siempre guiados por la discreción. Por eso concluyen que todas las personas que desde su infancia o prepubertad han sido consideradas legal y psicosocialmente mujeres deben poder participar en competiciones deportivas femeninas independientemente de lo que digan sus cromosomas. Aplicándolo a los transexuales, es la idea base de la ley de identidad de género que se aprobó en España en 2007: que cada persona decida con qué género se identifica y con cuál quiere vivir, independientemente de su físico.

De haber seguido estas guías, se hubiera evitado el caso de María José Martínez Patiño, actualmente catedrática del INEF de Pontevedra, a quien, en 1986 -tenía 24 años y era plusmarquista española de 60 metros vallas-, se le detectó un cromosoma Y en un control. La IAAF le retiró la licencia, aunque posteriormente se revisó su caso y se le devolvió la licencia al considerar que no tenía ninguna ventaja para competir. Pero Patiño se retiró después de sufrir graves crisis al ver cómo su intimidad se aireaba en los medios.

Caster Semenya, cuenta estos días su familia, indignada, en la prensa surafricana, siempre ha sido una niña. Ella se considera mujer, aunque dicen sus amigas que no le gustan los hombres, con los que lo único que hace es jugar al fútbol. En la escuela, dice su profesor, quien no se percató de que era chica hasta que cumplió 11 años, prefería vestir el uniforme de los chicos, los pantalones grises, en vez de la falda marrón de las chicas. Pero siempre ha vivido como mujer. Como mujer que se siente diferente, acostumbrada desde niña a las burlas y escarnios de los demás niños de su pueblo, en la remota provincia de Limpopo.

Los exámenes a los que se está sometiendo Semenya, a quien, para protegerla, han prohibido todo contacto con la prensa, pasan, primero, por determinar si tiene las características primarias de su sexo -vagina, ovarios-, y las secundarias -ausencia de pelo facial y pectoral, pechos funcionales-. Después pasan a analizar si fisiológicamente (sus hormonas) su organismo funciona como el de una mujer; posteriormente por el estudio de sus cromosomas y de su SRY, el gen de la masculinidad, y, finalmente, por un estudio psicológico, su identidad sexual.

Aunque todo esto puede ser un debate estéril en el caso de Semenya. Ayer, el Telegraph publicaba que la corredora presentaba niveles de testosterona tres veces superiores a lo normal, aunque no decía si la hormona era de origen natural. Si no lo era, ya no se trataría de un problema de identidad sexual, sino de dopaje. El periódico británico arrojaba una sombra de sospecha sobre la corredora al indicar que su entrenador era Ekkart Arbeit, antiguo responsable de atletas de la República Democrática Alemana (RDA) y a quien su ex pupila Heidi Krieger acusó de haberle dado tantos anabolizantes que había terminado por someterse a un proceso de reasignación de sexo para convertirse en Andreas Krieger.

La historia de los Juegos Olímpicos está plagada de las peripecias humanas y el sufrimiento de personas de sexo biológicamente poco claro expuestas, como objetos morbosos, a la curiosidad pública, pero quizás ninguna tan dolorosa como la de la checa Zdenka Koubkova, plusmarquista mundial de 800 metros -una distancia atractiva para la duda-, una hermafrodita que no superó un examen ginecológico en 1934. Se le prohibió competir con mujeres pero la humillación mayor la sufrió cuando unas fotos de su anomalía aparecieron ilustrando un libro de medicina. Criada como una niña, empezó a vivir desde entonces como un hombre, convirtiéndose en Zdenek Koubek.

Ninguna tan curiosa, sin embargo, como la del ciclista escocés Robert Millar, el rey de la montaña del Tour de 1984, quien compitió como hombre sintiéndose mujer. En 2003 cambió de sexo. Ahora se llama Philippa York. Claro que Philippa hizo el cambio de sexo cuando se retiró, y no intentó competir después como mujer.

El desgaste que supone esta situación lo sabe bien la golfista Mianne Bagger. La deportista nació en Dinamarca en 1966, pero biológicamente era un hombre. En 1995 se sometió a una operación de reasignación de sexo. En 1998, volvió al golf como amateur. Pero en 2003 pidió competir en los circuitos profesionales femeninos. Lo consiguió en 2004. El revuelo duró poco, porque se trata de un deporte no olímpico -todavía-, y, sobre todo, porque al final no era tan buena, y no supuso una amenaza para las mejores.

Independientemente de lo que haya resultado de los análisis realizados a Semenya, el argumento de la identidad, que es el que prevalece actualmente ahora a la hora de tratar las situaciones en que hay discusión por el sexo de una persona (que sea considerada como él o ella se sientan) no convence a todos. Sobre todo a quienes son derrotados en una competición importante. La italiana Elisa Cusma, que acabó sexta en la final de los 800 metros ganada por la surafricana, manifestó: "Sí, será mujer, o se sentirá mujer, pero yo sigo pensando que me ganó un hombre". También la española Mayte Martínez, que acabó séptima en esa carrera, entró al trapo en la polémica: "Si me ponen a Semenya y 10 hombres delante no sabría decir que ella es la mujer", dijo.

Este problema, el de la desigualdad que supone competir contra personas a las que una anomalía genética convierte en invencibles, es el que tratan de resolver las autoridades deportivas, aun olvidando que todos los grandes cracks deportivos, son, de una manera u otra, anomalías, seres diferentes del resto de los mortales, más rápidos, más flexibles, más altos, más musculosos, más fuertes, gracias a unos genes únicos.

Por eso, poner una frontera biológica no es, en general, nada fácil, y el argumento de las ventajas innatas es extremadamente peligroso. "No discriminamos a las mujeres muy altas

[que lo son porque tienen una determinada configuración genética] y decimos que no pueden competir porque lo son. Ni discriminamos a los corredores que tienen una elevada prevalencia de fibras rápidas", dice Genel. Este último es el caso de los velocistas negros, por ejemplo, que según todos los estudios parten de una ventaja genética sobre los blancos sin que nadie -todavía- haya planteado hacer dos competiciones diferentes. ¿Cuál es la solución? Para Genel, está claro: "Si han nacido y crecido como mujeres y piensan en sí mismas como mujeres, yo diría que se les debe dejar competir como mujeres".

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Monday, August 24, 2009

LA ATLETA QUE NO PODÍA ENTRAR AL BAÑO DE CHICAS

Su partida de nacimiento lo dice claro. Pero el mundo duda de si la increíble corredora es varón, fémina o hermafrodita. Fuimos a su pueblo para resolver el enigma de Semenya. «Mi niña...», llora su madre. Más de una vez la campeona, que vestía de chico en el colegio, ha amenazado con bajarse los pantalones para mostrar su sexo

CARMEN MORENO | MÓNICA TRAGALETE (Johanesburgo)

Caster Semenya, el nuevo y polémico hallazgo del atletismo mundial, camina por una gasolinera de Ciudad del Cabo. Busca el servicio de mujeres. Un empleado la sigue con la mirada. En una de las urbes más peligrosas del mundo, un dependiente siempre tiene que estar atento. Y más si se ve a un portento físico de 173 centímetros, repleto de músculos y rostro de boxeador que se dirige a un baño sólo para chicas. Le corta el paso. Está convencido de que es un hombre. La discusión empieza. Sin darle mayor importancia, Caster simplemente ríe y le dice: «¿Quieres que me baje los pantalones para que veas que soy una mujer?».

Este incidente lo ha querido recordar estos días su propio entrenador, Michael Seme. La sudafricana Semenya nunca lo ha tenido fácil. La campeona del mundo de 800 metros ha tenido que cargar con recelos de los demás toda su vida. ¿Es hombre? ¿Es mujer? ¿Es hermafrodita? Ella casi nunca ha querido entrar al trapo. Una de las cosas que remarcan sus amigos es que siempre ha mantenido la dignidad en esas comprometedoras situaciones. «Cuando las risas le dolían, siempre se lo guardaba para ella y nunca mostraba sus sentimientos», recuerda entristecida su abuela octogenaria.

Su familia, para probar la sexualidad de su pequeña, -y para «que la dejen en paz», como ha pedido su padre, Jacob-, ha puesto por delante su partida de nacimiento. El documento dice claramente que Caster vio la luz el 7 de enero de 1991 como una female (niña, en inglés). Fue criada junto a sus seis hermanos en una casa de techos de paja en Moletjie, un pequeño pueblo rural de la provincia de Limpopo. Le gustó desde siempre jugar al fútbol. Soñaba con formar parte algún día de las Bañana Bañana, la selección nacional femenina de Sudáfrica. Pero no había equipo de chicas en el pueblo y sólo podía desquitarse jugando con los niños, lo que en más de una ocasión le valió las burlas de sus compañeros.

«Una cosa es que le gustase el fútbol y otra muy distinta que sea un hombre», dice su madre, Dorcus Semenya, quien recuerda que Caster hacía sin rechistar las tareas de la casa -desde cocinar hasta ir a buscar agua al surtidor local-, aunque siempre estaba pensando en el balón. «Con ella todo era fútbol y más fútbol».

A su progenitora, toda esta parafernalia le suena a cuento chino. La madre de la atleta no se cansa de asegurar que su hija es una mujer. A ella, que la vio nacer y la crió, se lo van a decir. En las afueras de Polokwane, la capital de la provincia de Limpopo, donde la mujer asiste a clases para poder trabajar algún día como cuidadora de enfermos, lo deja bien claro: «La gente puede decir lo que quiera, pero la verdad es la que es, que mi niña es una chica, y quienes no lo aceptan es por celos».

Dorcus, quien tuvo que buscar un hotel con televisión satélite para poder ver a su hija corriendo en Alemania, invitó a quien dude de ella a «preguntar a los vecinos de nuestro pueblo, allí la conocen todos, cualquiera os contará que Mokgadi (como la llaman en la familia) es una chica. Lo saben porque me ayudaron a criarla».

Muestra una foto del álbum familiar en la que la joven, con el pelo un poco más largo que en la actualidad, posa junto a otras compañeras del instituto. Entre ellas, una de sus mejores amigas, Debra Morolongo, quien recordó que Mokgadi «ha sido siempre una chica y hacía todo lo que hacen las chicas. La gente no debería dejarse confundir por su voz ronca y su físico».

Dando un paseo por el pueblo se siente la indignación. «El problema es que tienen envidia porque ella es sudafricana y una negra», comenta una vecina a una de las cadenas de televisión que se acercan a recoger testimonios. Otra mujer da su versión: «Ella jugaba con mi niña. No tengo dudas, lleva bragas».

Phillip Ponyane Rammabi, una chica que jugaba con ella en el pueblo, cuenta que «en el campo de fútbol iba de siete y marcaba dos goles cada partido». Pero otra cosa la hacía destacar. Lo remarca la propia Phillip mientras pastorea el ganado: «Era rapidísima».

Esa cualidad hizo que, ya en el instituto, Semenya descubriera que su afición al deporte podía ir por otros derroteros y empezó a correr. «Le gustaba ir rápido y lejos», dice su primo Ernest Sekgala, de 16 años, al Beeld, un periódico publicado en afrikaans. Según afirma el rotativo, de estos años de instituto viene la profunda relación de la atleta con su abuela, Maphuti Sekgala.

Al recorrer su pueblo se ve que las infraestructuras educativas, al igual que otras tantas cosas, no son buenas en la Sudáfrica más rural. Por eso no es extraño que los niños tengan que trasladarse a otros lugares para poder cursar la educación secundaria. Es lo que hizo ella. Se fue a vivir con su abuela a Fairlie, una población mucho más cercana al instituto, a una casa en la que no había electricidad ni agua corriente y en la que unos cartones hacían las veces de cristal en las ventanas.

LOS PANTALONES

Allí pasó su adolescencia, años duros para cualquiera y más para una chica con aspecto masculino. En el instituto todos la recuerdan y sólo tienen buenas palabras para ella, aunque no niegan que la situación es extraña. Para los alumnos, la muchacha que hace tan sólo dos años era la compañera de pupitre y de la que más de una vez se mofaron por su porte varonil, es hoy una estrella mundial presente en todos los telediarios.

Eric Modiba, director del Colegio de Secundaria Nthema, donde Semenya estudiaba hasta el año pasado -ahora cursa Educación Física en la Universidad de Pretoria-, recalca que está «muy, muy orgulloso de ella», pero no tiene reparos en decir, entre risas, que al principio creyó que era un varón. Además, recuerda que solía jugar con los chicos y que siempre iba en pantalones.

Fue precisamente en el instituto donde sus profesores se dieron cuenta de su potencial para el atletismo y le permitieron comenzar a entrenar más que el resto de los alumnos. Hasta entonces, su vida había sido la de cualquier otra persona de su edad, pero pronto las cosas empezaron a cambiar.

En un reportaje de 2008, el periódico sudafricano The Sowetan la calificaba como un «diamante en bruto», una emergente corredora de media distancia procedente de Limpopo. Eso era todo lo que se sabía de ella. Acababa de ser seleccionada para representar a Sudáfrica en los Juegos Juveniles de la Com mon wealth, que se celebraron en India.

Cuajó una buena actuación, pero su despegue internacional llegó en el Campeonato Junior de África, celebrado en Mauricio a finales de julio, donde consiguió parar el reloj en 1:56.72, un tiempo increíble para los 800 metros tratándose de una corredora tan joven. Su objetivo en Berlín, era alcanzar una marca similar. «Si consigo hacerlo en 1:56 de nuevo y llego a la final estaré feliz», dijo en declaraciones a la prensa. Y llegó, ¡vaya si llegó!, y superó con creces su objetivo: nada menos que en casi dos segundos, en menos de un mes, y consiguió rebajar su marca y ser la campeona mundial.

Pero la celebración poco se pareció a aquella con la que tantas veces había soñado. A pesar de su fortaleza mental, a punto estuvo de no acudir a recoger la medalla, sabiendo que sería el centro de todas las miradas. Al final, decidió subir al último escalón del podio y sonreír a un estadio que, de nuevo, la recompensó con un cálido aplauso.

El que iba a ser el mejor día de su vida acabó en una pesadilla para Caster Semenya. Tanto que la joven, de tan sólo 18 años, no ha dicho ni una sola palabra desde que conquistó la medalla de oro y se puso en duda, una vez más, como en la gasolinera, su condición de mujer.

Tras la vuelta de honor, con la bandera sudafricana a las espaldas y entre los aplausos del público, comenzó su suplicio.

VELLUDA Y MUSCULOSA

Las sospechas habían empezado antes de la final y ella misma era consciente. Después de las rondas clasificatorias, Semenya llamó a su abuela de 80 años, Maphuthi Sekgala: «Creen que soy un hombre». Los rasgos faciales, el vello y la musculatura de Semenya dieron pie a las primeras insinuaciones sobre el asunto, pero fue la increíble progresión de sus marcas durante el último año lo que llevó a la Federación Internacional de Atletismo a tomar cartas en el asunto y exigir un test de género. Desde entonces -y sólo han pasado cuatro días- se ha escrito mucho sobre la posible existencia de un gen masculino y otras alteraciones biológicas de la corredora.

Esta semana recibía el apoyo de boca de una de sus jugadoras más admiradas, la goleadora de la selección nacional Noko Matlou, quien mostró su solidaridad con Semenya contando su propia historia. En 2007, minutos antes del partido contra Ghana en el que se jugaban la clasificación para las Olimpiadas, le preguntaron si era realmente una mujer. «No tuve problema en desvestirme y enseñarles lo que querían ver», dijo Malou, quien aconsejó a Caster que «ignore la ignorancia de los demás y siga con su vida».

Mientras toda Sudáfrica debate sobre si Caster es o no una mujer -con una clara tendencia a confiar en la chica, que se ha convertido en ídolo nacional-, en Berlín continúa en marcha el complejo proceso que dirá si Semenya es ella o él. Porque más allá de la evidencia de sus órganos sexuales, un equipo de expertos de diversas disciplinas tendrá que decidir sobre la identidad sexual de la corredora.

Entre las pruebas a las que será sometida se encuentra el llamado análisis SRY (Sex-determing Región Y), que permitiría descubrir si, debido a un problema genético, aunque su cuerpo haya desarrollado órganos sexuales de mujer, sus cromosomas son en realidad XY, es decir, los de un hombre. Lo peor de todo, sin duda, serán las dos o tres semanas de incertidumbre que deben transcurrir hasta que se conozcan los resultados.

¿HERMAFRODITA?

Si el veredicto fuera que Caster ha de ser considerada hombre, la muchacha perdería su medalla -incluso aunque no haya existido intención de engaño-, pero probablemente ése sería el menor de sus problemas. Lo verdaderamente terrible sería acostumbrarse a vivir como hombre después de toda una vida haciéndolo como mujer.

Se trata, pues, de un tema extremadamente sensible, que puede tener un mal final. Un caso similar, el de la corredora india Santhi Soundarajan, a la que se le quitó la medalla de plata en los 800 metros de los Juegos Asiáticos de Doha en 2006, tras un test de género, terminó con un intento de suicidio por parte de la atleta.

Hay una tercera posibilidad. Semenya podría ser hermafrodita. Así lo aseguran el diario alemán Bild y el suizo Blick. Afirman que fue un antiguo entrenador de la República Democrática Alemana -hoy en Sudáfrica- quien alteró los niveles de testosterona de la atleta con medicamentos. «Jamás debió competir como mujer», les asegura una fuente anónima. Sudáfrica, ante estas acusaciones, amenaza con quejarse ante la comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Sin embargo, todos los que la conocen coinciden en una cosa: Semenya es una chica fuerte que superará esta humillación, porque ya ha pasado por esto con anterioridad.

Si sale indemne, sólo tendrá que pensar en una carrera más que prometedora. Su progresión, siendo chica (e incluso chico) es portentosa. En Berlín logró 1:55.46, 11 segundos menos que un año antes, sacándole varios metros de distancia a sus perseguidoras (una de ellas, la española Mayte Martínez). En 1.500, su otra competición, ha mejorado su marca en ¡más de 25 segundos! La escapada continúa.


ATLETAS ESPAÑOLAS CON EL ESTIGMA «XY»

«Es una historia de hace muchos años y forma parte de un pasado definitivamente cerrado». Las palabras de la ex atleta española María José Martínez Patiño (Vigo, 1961) son contundentes, aunque muy a su pesar su caso ha vuelto a ponerse de actualidad. María es una de las tres deportistas españolas con cromosomas XY. La plusmarquista nacional descubrió que tenía la configuración genética de un hombre tras un control de feminidad rutinario en el verano de 1985, durante su participación en las olimpiadas universitarias de Kobe (Japón).

La Federación Española de Atletismo quiso ocultar su caso y pactó con ella una retirada oficial por lesión, siempre que ésta no volviera a competir. Pero la gallega saltó a la pista en enero de 1986, en Oviedo, y la Federación lanzó su historia a los medios. «Había que impedir que saliera en una prueba y no encontramos mejor solución que la de dar a conocer su caso, aunque nos resultara duro», dijo el entonces presidente del organismo, Juan Manuel de Hoz.

Durante dos años, María pasó un calvario deportivo: fue apartada de la selección y despojada de títulos y marcas. En 1988, la Federación rectificó y le permitió volver a competir. Veinticinco años más tarde, sigue unida a su pasión. Dirige el Centro de Estudios Olímpicos de la Universidad de Vigo, donde es profesora, y también entrena a atletas juveniles.

Menos conocido es el caso de la jugadora de baloncesto Marisol Paíno (Valladolid, 1955). Sus geniales números allá por los 70 hicieron que la prensa cuestionara su feminidad. Paíno -que llegó a ganar cinco ligas con el Celta de Vigo-, fue apartada de la final del europeo por temor a los controles y, en 1982, abrumada, se pasó al salto de longitud.

Pero para historia sensacional la de María Torremadé, la atleta que era él. La misma España de posguerra de los 40 que disfrutaba cada vez que María (Barcelona, 1923) pulverizaba un crono tras otro en la pista de atletismo -marcó los 100 metros lisos en 12 segundos y los 200 en 27-, no advirtió que, en realidad, María era Jordi. Sus padres la criaron como una niña, pero nunca se sintió tal. Con 19 años acudió al Registro Civil a cambiar su nombre. Fue entonces cuando le arrebataron todos los récords que había logrado. «A medida que pasaban los años mi instinto me decía que yo era un hombre» decía un septuagenario Jordi en una entrevista a El Mundo Deportivo en 1982.

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Thursday, August 20, 2009

El delicado asunto de Semenya

I. ROMO - BERLÍN - 20/08/2009 08:00

No hubo rueda de prensa posterior a la carrera. Caster Semenya, la surafricana de 18 años que ha puesto boca abajo los 800 metros a nivel mundial, es la única medalla de oro de estos Mundiales que no se ha sometido a las preguntas de los periodistas. No sorprendió. La Federación Internacional, a la vista del revuelo causado por su aspecto físico sus rasgos masculinos no han pasado desapercibidos decidió protegerla, escoltarla y liberarla de preguntas incómodas.

Caster Semenya ganó ayer con una superioridad insultante la final de los 800 metros. Se fue con facilidad poco después de los 500 metros y demostró que es la número uno del mundo a años luz de las demás. Ganó la prueba con 1:55.40, aventajando en más de dos segundos, la mayor diferencia en la historia de los 800 en unos Mundiales, a la keniana Jepkosgei, la defensora del título.

Prueba de femineidad

Pero el oro de Semenya está en el alero. Tanto la Federación Internacional como su federación nacional la han sometido a controles de sexo. Se trata de análisis complejos, que engloban resultados de pruebas cromosómicas, exámenes médicos y ginecológicos.

"Los resultados de estas pruebas van a tardar semanas", afirmaba ayer Nick Davies, portavoz de la IAAF. Ante la posibilidad de que el caso de Semenya sea uno de los conocidos en medicina como estados intersexuales, el doctor Nicolás Terrados, especialista en Medicina Deportiva, afirmaba ayer a Público que se debe actuar con mucha cautela.

"Los estados intersexuales son muy complejos desde el punto de vista médico. Requieren los informes de diferentes especialistas, fundamentalmente ginecólogos, pero también genetistas, expertos en información cromosómica", afirma el médico.

Curiosamente los 800 metros femeninos son una prueba que ha conocido casos de mujeres fuertemente musculadas. Jarmila Kratochvilova, la plusmarquista mundial de la distancia con 1:53.28 (desde 1983) siempre deslumbró por su potencia. Maria Mutola, la mozambiqueña que dominó la especialidad en los años ochenta, también impresionaba. Su anatomía impactaba y la fuerza que desplegaba en carrera era superior a la de sus rivales.

"La verdad es que en atletismo siempre han existido casos de estados intersexuales. De hecho, esto les aporta una ventaja hormonal respecto a sus rivales. Pero insisto en que requieren un estudio a fondo que lleva mucho tiempo", aclara el doctor Terrados.

Desde el Área Médica de la Federación Internacional rehusaron hacer declaraciones sobre el caso Semenya "por razones de confidencialidad en la información médico-paciente". Lo que está claro es que no se trata de un asunto cerrado. El caso Semenya es un asunto muy delicado, que excede el deporte y en el que los médicos tendrán la última palabra a la hora o no de permitir su participación en competiciones futuras.

Mayte Martínez, que se clasificó séptima con 1:58.81, quizá sorprendida por el elevado ritmo de la final, declaró que Semenya le había parecido "una gran atleta" y prefirió no manifestarse acerca de la polémica sobre las dudas de su sexo.

"La verdad es que en atletismo siempre han existido casos de estados intersexuales"


Wednesday, August 19, 2009

Una cuestión de sexo

La IAAF afirma que aún no tiene pruebas concluyentes para decidir sobre la nueva campeona


REPORTAJE: Mundiales de Atletismo en Berlín


Mediados los años 50, Dora Ratien confesó que en realidad era Hermann Ratien. Puso fin a una duda que había hecho correr ríos de tinta antes de la guerra, desde que, en los Juegos Olímpicos de Berlín 36 -en el mismo estadio de mármol de Carl Diem y Werner March que ahora, cubierto, acoge los Mundiales, al toque de la inmensa campana con el águila del Reich teniendo por las garras los aros olímpicos- quedó cuarto en la competición de salto de altura femenina. Entonces, para tratar de explicar sus innegables caracteres masculinos, para justificar su bigote, se habló de que exponía una forma de hermafroditismo. "Pero ni hermafroditismo ni nada", dijo años después Dora/Hermann, quien incluso, en 1938, logró batir el récord del mundo. "Yo siempre he sido hombre, pero el régimen nazi, obsesionado con ganar una medalla [a la mejor saltadora alemana, judía, la habían prohibido participar] me obligó a competir como mujer".

Hermann/Dora Ratien no habría superado, seguramente, los controles de sexo que impuso el Comité Olímpico Internacional (COI) en 1968, pero tampoco habría sido significativo. Los controles dejaron de ser obligatorios en 2000, cuando la lucha de las organizaciones feministas hizo ver a los organismos que el sexo, masculino o femenino, de una persona, no era sólo cuestión de anatomía, de hormonas o de cromosomas, sino algo mucho más complicado en lo que intervenía la educación recibida y, sobre todo, la propia consideración de la persona sobre su sexualidad. Hay una zona, llamada de intersexualidad, lo que antes se conocía como hermafroditismo, que, sobre todo en la adolescencia, cuando aún están a pleno rendimiento los cambios hormonales, hace complicadísimo hablar con rotundidad.

Por eso, dicen en la federación internacional de atletismo (IAAF), es tan complicado el caso de Caster Semenya, de 18 años, la adolescente surafricana que parece un chico y corre como un hombre con toda la barba. Por eso, la IAAF, que investiga su caso desde hace unas semanas, desde que en el campeonato africano júnior, en islas Mauricio, corriera los 800 metros en 1m 56,36s, siete segundos por debajo de su mejor marca hasta entonces, no ha tomado aún ninguna decisión.

"En cuanto nos surgieron las dudas, solicitamos a la federación surafricana que nos enviaran la documentación que justificara que Semenya corriera como mujer", dijo ayer el portavoz de la IAAF, Nick Davies. "Como no nos respondieron de una forma adecuada, la IAAF inició su propia investigación. Pero no es una cosa sencilla. No es hacer un test y ver el resultado. En la investigación están implicados especialistas en anatomía, en biología, en endocrinología, fisiólogos, psicólogos y médicos en general. Los informes son largos y deben mantenerse confidenciales dado que afecta a un tema muy sensible. No es como un asunto de dopaje. Se corre el peligro de entrar en la intimidad de una persona, de humillarla. De todas maneras, aún no hay ninguna conclusión. La IAAF no puede tomar ninguna decisión ya que no hay pruebas concluyentes en ningún sentido. Tardaremos semanas en tener la información necesaria".

El proceso hormonal de Semenya, la extraordinaria sobredosis de testosterona natural para ser mujer que se traduce en sus músculos y en su vello facial, es excepcional. Como también es excepcional la acromegalia o gigantismo, generada por el exceso de secreción natural de hormona de crecimiento, una enfermedad que ha producido algunos grandes jugadores de baloncesto y saltadores, a los que no se ha prohibido jugar pese a contar con una ventaja natural, u otros síndromes que ha permitido a algunos ser más musculosos, más flexibles, más resistentes...

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La IAAF pide información sobre el sexo de sudafricana Semenya

La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) pidió a su homóloga de Sudáfrica que le suministre información sobre Caster Semenya, prodigio de la prueba femenina de 800 metros, ante rumores que hablan de que es hermafrodita, con atributos femeninos y masculinos.

"Tras su sensacional actuación en el Campeonato de Africa juvenil, donde mejoró su marca de 800 y 1500 metros, hay rumores y especulaciones sobre ella", explicó Nick Davies, portavoz de la IAAF.

"Hemos contactado con la federación sudafricana para saber si tienen documentos que permitan establecer su sexo y que están intentando conseguir, pero hay que saber que es un proceso complejo, que necesita tiempo y cuesta caro", añadió. "Es una cuestión que tomamos en serio", señaló Davies.

Según el portavoz de la IAAF, la constitución de este informe, que comprende pruebas de expertos, psicólogos y ginecólogos, dura varias semanas. "No tenemos en este momento ningún elemento definitivo que no le autorice a participar en 800 metros", señaló Davies.

"Sería totalmente erróneo excluirla. Es una caso sensible, una cuestión de salud, que concierne a una persona que no ha hecho nada ilegal, hay que ser justos con ella", dijo Davies.

Semenya, de 18 años, causó sensación en el Mundial juvenil de Bambous (Isla Mauricio), a finales de julio y principios de agosto, ganando las pruebas de 800 metros, con un tiempo de 1:56.72, y la de 1.500 metros, con 4:08.01.

La sudafricana se clasificó para la final de 800 metros, que tendrá lugar el miércoles, ganando su serie y su semifinal.

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Thursday, August 13, 2009

ASEGURAN QUE LADY GAGA ADMITIÓ SER HERMAFRODITA

EE.UU, agosto 13.- Un medio de noticias en Internet publicó unas declaraciones en las que la cantante estadounidense Lady Gaga admite que es hermafrodita, luego de que tras un descuido de su vestuario dejara ver sus genitales en un concierto.

"No es algo de lo que me tenga que avergonzar, simplemente es algo que no voy contando a todo el mundo por ahí. Sí tengo ambos genitales, los masculinos y los femeninos, pero yo me considero hembra. Se trata de un pequeño pene que en realidad no interfiere en mi vida cotidiana para nada. Si no he hablado de ellos hasta ahora, es porque no es un asunto importante para mí". Esas son las supuestas afirmaciones de la cantante, aunque la página Web no específica a que medio de comunicación las dio.

El video, que se puede ver por Internet, deja ver que cuando GaGa baja de una moto y se mueve alrededor de ella, descuida su vestuario y muestra más de la cuenta.

El misterio sobre la sexualidad de Stefani Joanne Angelina Germanotta, el verdadero nombre de Gaga, es el tema de la revistas de farándula desde hace un par días, cuando descubrieron las imágenes del video.

La artista habría afirmado a ese medio que ella no tiene porque andar gritando a los cuatro vientos su sexualidad.

Wednesday, August 12, 2009

Doctor indemnizará con 100.000 euros a intersexual que se convirtió en hombre

La Audiencia de Colonia (oeste de Alemania) condenó hoy a un cirujano a pagar una indemnización de 100.000 euros a una intersexual, a la que operó y convirtió en hombre hace más de treinta años.

La cámara ratificó así la sentencia dictada un año atrás, según la cual el médico había violado los derechos de la demandante puesto que no le informó de las consecuencias de la operación, pero no establecía el monto de la indemnización a pagar por el médico.

Los hechos se remontan a 1977 cuando a la querellante, entonces de 18 años y nacida sin un sexo definido, se le extirparon los órganos sexuales femeninos internos.

La afectada, Christiane V., sostiene que se siente mujer, pese a la operación y a que en su adolescencia fue tratada como un muchacho por los suyos.

De acuerdo con la sentencia de la cámara, incluso con las técnicas cirujanas de entonces habría sido posible llevar a cabo otro tipo de intervención, combinada con medicamentos, que le hubiera posibilitado tener una existencia como mujer.

Se trata del tercer proceso relativo a este caso y también la tercera derrota para el cirujano.

La querellante, ahora de 50 años, adujo en los tres procesos que a consecuencia de la operación ha sufrido tanto transtornos físicos como psíquicos, ya que se le privó de la posibilidad de llevar una vida como mujer.

La intersexual fue tratada en toda su adolescencia como un muchacho, bajo el nombre de Thomas. La confusión arrancó del nacimiento, ya que se la identificó como chico debido que tenía un clítoris extraordinariamente grande que se tomó por un pene.

Ella afirma que desde su niñez se siente siempre como una niña, pese a ser educada como un varón.

Primero intentaron forzar su definición sexual como hombre a base de cócteles de hormonas -lo que según su relato transtornó su salud y le provocó graves dolores-.

Al fracasar estos intentos, al llegar a los 18 años, el cirujano le extirpó el útero y las trompas de falopio, a lo que siguieron otras intervenciones para convertir su clítoris en un pene normal, lo que nunca llegó a conseguirse.

El tribunal consideró en su sentencia que, hasta esa primera operación, se partía efectivamente de que se trataba de un hombre.

En el momento en que el cirujano intervino y halló los órganos sexuales internos femeninos, no masculinos, debería haber interrumpido de inmediato la operación.

Se estima que en Alemania hay unos 120.000 personas con casos de indefinición sexual.

Se trata de situaciones complejas de definir, puesto que hay gran multiplicidad de variaciones, desde personas con cromosomas claramente femeninos, pero con atributos masculinos, a justamente lo contrario, más situaciones como la de la demandante, en que un clítoris extremadamente grandes se llega a confundir con un pene.

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Tuesday, August 11, 2009

Cómo es la sexualidad en la discapacidad

Importantes profesionales vendrán a Regina a dictar conferencias. Lo harán el 25 y 26 de setiembre próximo.

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