A fines de diciembre cumplirá dieciséis años; nació con los genitales masculinos y femeninos a la vez. Hoy procura que la ciencia defina su sexualidad. Desea cambiar su identidad y ser inscripto con el nombre de su padre.
Un adolescente de un pequeño paraje del interior del departamento Juan Felipe Ibarra se pasa los días hachando, transportando leña en zorra o jugando a la pelota en sus ratos libres. Pero hay algo que en todo momento le da vueltas por su cabeza: antes de fin de año quiere definir su sexo.
Esta es la historia de quien hoy tiene 15 años y nació con los genitales masculinos y femeninos, un caso extraordinario para la ciencia y poco frecuente en el mundo, aunque en su pueblo ya todos lo saben y lo aceptan como un vecino más.
El protagonista transcurre su rutina como cualquier muchacho de la zona -en su actitud y su aspecto- porque así lo siente. Sin embargo, en la soledad de su humanidad desnuda, también desde la hoja antipática del DNI, o al llamárselo por su nombre, irrumpe la existencia de una mujer.
Nació en un hogar muy humilde, al igual que sus otros siete hermanos. Una comadrona del lugar asistió a su joven madre en el interior de una casa construida en barro. A simple vista, para los padres, el fruto de aquel segundo parto era una nenita, aunque con una diferencia en los genitales.
Ante la jueza de Paz fue inscripto como niña y durante los primeros seis meses de vida, vistió el color rosa, como toda mujercita. Pero a medida que fue creciendo, aquella anomalía se evidenció en un órgano sexual masculino.
Códigos del campo
Rarezas o temple del hombre de campo, la de adaptarse a todo, cubriéndolo con un manto de silenciosa resignación, su familia continuó llamándola como mujer, aún teniendo frente suyo a un varón que corría entre los primos, disputándose una pelota.
A los tres años, los doctores Juan Carlos Palomares y Javier Oliva, médico radiante de la zona, diagnosticaron que se trataba de un paciente cuya sexualidad no había terminado de definirse. Plantearon la necesidad de una intervención quirúrgica inmediata y su traslado al Hospital de Niños de Santiago del Estero.
Y los años fueron pasando, a la par de acentuarse los caracteres masculinos.
Cuando restaban siete meses para que cumpla los dieciséis años, buscó sacudir la modorra de su entorno y concretar la esperada operación que definiera y otorgara contundencia a su masculinidad, lo que espera desde hace años.
Sin intermediarios, desea renovar y obtener un documento definitivo: tajante, resolvió cambiarse de nombre y llamarse César, como su difunto padre.
El caso es conocido en el pueblo del departamento Juan Felipe Ibarra, según lo confirmó Beatriz Loto, supervisora de agentes sanitarios de la zona y oriunda del mismo paraje.
Juan Moreno, enfermero del pueblo desde hace 35 años, asegura que “tiene una salud de hierro. Nunca lo trajeron (a la sala de primeros auxilios) ni por un resfrío”.
Hizo solamente el primer grado en la escuela de la zona y no pudo continuar los estudios.
“Siempre me sentí hombre”
“Voy a llevar el nombre de mi padre, César”. En sus palabras no hay duda, aunque visiblemente surja cierta contradicción entre el hombre de carne y hueso, con la mujer del DNI.
¿Por qué?
Porque siempre me sentí y soy varón; a los ocho años ya empezaba a darme cuenta de que mi nombre no tenía nada que ver con lo que soy: un hombre. Desde los doce años que quiero operarme. Van a pasar cuatro años de eso y no quiero esperar más.
Tu cuerpo muestra a un hombre hecho y derecho.
Sí, pero cuando voy al baño tengo que sentarme para orinar. Ahí me doy cuenta y me da vergüenza; también cuando escucho mi nombre o veo mi documento.
¿Qué esperas y deseas, a corto o largo plazo?
El 30 de diciembre voy a cumplir 16 años. Voy a recibir mi documento definitivo y quiero ahí estrenar mi nuevo nombre.
La búsqueda de su madre
Viviana, su madre, tiene el firme convencimiento de lograr el cambio de identidad. Ya se reunió con el encargado de la oficina del Juzgado de Paz del pueblo, Carlos Paladea, pero éste le aconsejó trasladarse a la capital e interiorizarse en el Juzgado de Menores.
¿Cuándo “él” dejó de ser “ella” para usted?, interrogó EL LIBERAL.
“De chiquita nomás. Con el tiempo pasé a llamarlo “Mascherano”. A los ocho años ya jugaba a la pelota con los grandes. Y le ponía ropa de varón”, respondió.
Debido a los escasos recursos económicos –afirmó- no pudo darse la operación. “Ojalá esta vez pueda hacerlo”, expresa, confiada en que al hacerse pública la historia de su hijo el deseo se pueda cumplir.
Quién fue su padre
El padre del protagonista de esta historia trabajaba en los hornos de carbón. Murió el 2 de abril del 2007, mientras cargaba un camión junto con otros once compañeros en la localidad distante 30 kilómetros del pueblo donde vivía con su familia.
César tenía 46 años, era padre de siete niños y un octavo hijo en gestación. Cerca de las 9 de la mañana descendió del vehículo, se tomó el pecho y cayó sin vida. De inmediato fue auxiliado por otros peones, pero ya era tarde.
Preservar la intimidad
El nombre y otros datos personales del protagonista de esta historia, además de la localización exacta del lugar donde vive junto con su familia son preservados por este diario con el propósito de resguardar su intimidad.
Un adolescente de un pequeño paraje del interior del departamento Juan Felipe Ibarra se pasa los días hachando, transportando leña en zorra o jugando a la pelota en sus ratos libres. Pero hay algo que en todo momento le da vueltas por su cabeza: antes de fin de año quiere definir su sexo.
Esta es la historia de quien hoy tiene 15 años y nació con los genitales masculinos y femeninos, un caso extraordinario para la ciencia y poco frecuente en el mundo, aunque en su pueblo ya todos lo saben y lo aceptan como un vecino más.
El protagonista transcurre su rutina como cualquier muchacho de la zona -en su actitud y su aspecto- porque así lo siente. Sin embargo, en la soledad de su humanidad desnuda, también desde la hoja antipática del DNI, o al llamárselo por su nombre, irrumpe la existencia de una mujer.
Nació en un hogar muy humilde, al igual que sus otros siete hermanos. Una comadrona del lugar asistió a su joven madre en el interior de una casa construida en barro. A simple vista, para los padres, el fruto de aquel segundo parto era una nenita, aunque con una diferencia en los genitales.
Ante la jueza de Paz fue inscripto como niña y durante los primeros seis meses de vida, vistió el color rosa, como toda mujercita. Pero a medida que fue creciendo, aquella anomalía se evidenció en un órgano sexual masculino.
Códigos del campo
Rarezas o temple del hombre de campo, la de adaptarse a todo, cubriéndolo con un manto de silenciosa resignación, su familia continuó llamándola como mujer, aún teniendo frente suyo a un varón que corría entre los primos, disputándose una pelota.
A los tres años, los doctores Juan Carlos Palomares y Javier Oliva, médico radiante de la zona, diagnosticaron que se trataba de un paciente cuya sexualidad no había terminado de definirse. Plantearon la necesidad de una intervención quirúrgica inmediata y su traslado al Hospital de Niños de Santiago del Estero.
Y los años fueron pasando, a la par de acentuarse los caracteres masculinos.
Cuando restaban siete meses para que cumpla los dieciséis años, buscó sacudir la modorra de su entorno y concretar la esperada operación que definiera y otorgara contundencia a su masculinidad, lo que espera desde hace años.
Sin intermediarios, desea renovar y obtener un documento definitivo: tajante, resolvió cambiarse de nombre y llamarse César, como su difunto padre.
El caso es conocido en el pueblo del departamento Juan Felipe Ibarra, según lo confirmó Beatriz Loto, supervisora de agentes sanitarios de la zona y oriunda del mismo paraje.
Juan Moreno, enfermero del pueblo desde hace 35 años, asegura que “tiene una salud de hierro. Nunca lo trajeron (a la sala de primeros auxilios) ni por un resfrío”.
Hizo solamente el primer grado en la escuela de la zona y no pudo continuar los estudios.
“Siempre me sentí hombre”
“Voy a llevar el nombre de mi padre, César”. En sus palabras no hay duda, aunque visiblemente surja cierta contradicción entre el hombre de carne y hueso, con la mujer del DNI.
¿Por qué?
Porque siempre me sentí y soy varón; a los ocho años ya empezaba a darme cuenta de que mi nombre no tenía nada que ver con lo que soy: un hombre. Desde los doce años que quiero operarme. Van a pasar cuatro años de eso y no quiero esperar más.
Tu cuerpo muestra a un hombre hecho y derecho.
Sí, pero cuando voy al baño tengo que sentarme para orinar. Ahí me doy cuenta y me da vergüenza; también cuando escucho mi nombre o veo mi documento.
¿Qué esperas y deseas, a corto o largo plazo?
El 30 de diciembre voy a cumplir 16 años. Voy a recibir mi documento definitivo y quiero ahí estrenar mi nuevo nombre.
La búsqueda de su madre
Viviana, su madre, tiene el firme convencimiento de lograr el cambio de identidad. Ya se reunió con el encargado de la oficina del Juzgado de Paz del pueblo, Carlos Paladea, pero éste le aconsejó trasladarse a la capital e interiorizarse en el Juzgado de Menores.
¿Cuándo “él” dejó de ser “ella” para usted?, interrogó EL LIBERAL.
“De chiquita nomás. Con el tiempo pasé a llamarlo “Mascherano”. A los ocho años ya jugaba a la pelota con los grandes. Y le ponía ropa de varón”, respondió.
Debido a los escasos recursos económicos –afirmó- no pudo darse la operación. “Ojalá esta vez pueda hacerlo”, expresa, confiada en que al hacerse pública la historia de su hijo el deseo se pueda cumplir.
Quién fue su padre
El padre del protagonista de esta historia trabajaba en los hornos de carbón. Murió el 2 de abril del 2007, mientras cargaba un camión junto con otros once compañeros en la localidad distante 30 kilómetros del pueblo donde vivía con su familia.
César tenía 46 años, era padre de siete niños y un octavo hijo en gestación. Cerca de las 9 de la mañana descendió del vehículo, se tomó el pecho y cayó sin vida. De inmediato fue auxiliado por otros peones, pero ya era tarde.
Preservar la intimidad
El nombre y otros datos personales del protagonista de esta historia, además de la localización exacta del lugar donde vive junto con su familia son preservados por este diario con el propósito de resguardar su intimidad.
Fuente: Haz clic aquí
Un servicio de la Organización Internacional Intersexual
No comments:
Post a Comment