La película de Julia Solomonoff fue recibida con fuertes aplausos en el Festival de San Sebastián, donde conmovió al público con una bellísima historia sobre los conflictos íntimos que acarrea en dos niños el tránsito a la pubertad y el descubrimiento de su sexualidad.
Paulo Pécora
Se trata de una historia teñida de recuerdos y elementos autobiográficos que confirma la sensibilidad y delicadeza de la cineasta y que describe -como en toda su obra previa- la transformación enriquecedora que se produce cuando dos universos humanos aparentemente distantes se entrecruzan.
En su segundo largometraje, la directora de "Hermanas" vuelve sobre la pista sentimental de dos hermanas, a las que encuentra en su juventud más temprana, el momento donde una de ellas se desarrolla y se va despidiendo del mundo de la niñez y los juegos compartidos, reclamando privacidad y abandonando a la otra en un territorio de incomprensión y desasosiego.
Se trata de una película sobre el crecimiento y la pérdida de la inocencia, donde la Boyita -una casa rodante anfibia convertida en guarida infantil- representa ese frágil período de plenitud que puede quebrarse cuando uno menos se lo imagina.
Entre la menor de esas hermanas y su amigo de veraneo -un niño de campo que guarda un importante secreto- surge una relación de amistad y profundo respeto, donde la curiosidad, el juego y las sonrisas se mezclan con revelaciones inesperadas, una repentina crisis de identidad y el inevitable trauma provocado por el pasaje hacia la adultez.
Presente en San Sebastián para acompañar a su filme, Solomonoff habló con Télam sobre el modo en que abordó esta historia rodada en Urdinarrain, provincia de Entre Ríos, sobre sus temas y preocupaciones principales y sobre la manera en la que trabajó con los niños que lo protagonizan.
-¿Hasta qué punto es autobiográfica la película? ¿Cómo se vincula con "Hermanas"?
-Es mucho más autobiográfica que "Hermanas", porque está hecha de más recuerdos y sensaciones personales. Lo que tiene de autobiográfico es la mirada, porque está vista desde un personaje que tiene mucho en común conmigo.
Es un relato mucho más subjetivo. -¿Viviste las mismas sensaciones que la niña protagonista?
-Recuerdo perfectamente el momento en el que mi hermana mayor entró en la preadolescencia y eso para mí fue una sensación de exclusión enorme. La película empieza por entender esa primera soledad que uno tiene. La curiosidad, la confusión, los sentimientos encontrados, querer pasar por lo mismo y al mismo tiempo separarse de eso.
-¿Y la historia de Mario, el niño del campo?
-El cruce con la historia particular de Mario también tiene una raíz autobiográfica. Mi madre es ginecóloga, de chiquita escuché un caso muy similar y quedé muy sacudida e intrigada por eso. Creo que el hecho de haber sabido que existían otras identidades debe haberme marcado la manera en que yo en la adolescencia también entendí mis propias transformaciones.
-¿Cuál es la mirada de la película sobre lo que le ocurre al personaje?
-Es una mirada amorosa. Estoy en contra de la palabra tolerancia, porque predispone a una negatividad, tolerar algo que no es bueno. Lo que le pasa a ella es que no sólo tolera a Mario, se enamora, que es mucho más que tolerar, es enamorarse de alguien diferente.
-¿Qué representa la Boyita? ¿La transformación y el paso a otra etapa de la vida?
-Para mí la Boyita era un espacio de cierta intimidad y juego de una niñez bastante protegida. Es una especie de útero, de huevo, un lugar que a mi personalmente me resuena con memorias. Pero cuando se rompe da paso a un crecimiento y a un momento de madurez.
-¿Eso es lo que ocurre con la protagonista?
-Ella empieza muy pendiente de su hermana mayor, necesitando entrar a algo de lo que es excluida, pero termina madurando mucho más que ella, porque en ese estar sola, en ese ir al campo, en ese preguntar, en ese acompañar a alguien en su propia transformación, vuelve en un cuerpo todavía infantil pero con una mirada y una cabeza ya superadora.
-¿Cómo se relaciona esta película con tus filmes anteriores?
-Esta película es la construcción de un puente, de un vínculo. Y cada vez creo más que esa es mi función, incluso en otras situaciones, y es algo que a mi me causa mucho placer. Es muy lindo poder conectar a la gente y que esa gente pueda ayudarse mutuamente. A mi me interesan esos encuentros y como uno afecta al otro.
-¿El tema de la película es el hermafrodismo?
No, porque Mario no es un hermafrodita, sino que tiene hiperplacia suprarenal congénita, es decir que genéticamente es una nena, pero una nena con un clítoris más grande que parece un pene. Igual, la película no solamente habla de una identidad sexual ambigua o compleja, también habla de cómo nosotros reaccionamos, de cómo aceptamos o no, de cómo creemos saber qué es una mujer o un hombre.
Se trata de una historia teñida de recuerdos y elementos autobiográficos que confirma la sensibilidad y delicadeza de la cineasta y que describe -como en toda su obra previa- la transformación enriquecedora que se produce cuando dos universos humanos aparentemente distantes se entrecruzan.
En su segundo largometraje, la directora de "Hermanas" vuelve sobre la pista sentimental de dos hermanas, a las que encuentra en su juventud más temprana, el momento donde una de ellas se desarrolla y se va despidiendo del mundo de la niñez y los juegos compartidos, reclamando privacidad y abandonando a la otra en un territorio de incomprensión y desasosiego.
Se trata de una película sobre el crecimiento y la pérdida de la inocencia, donde la Boyita -una casa rodante anfibia convertida en guarida infantil- representa ese frágil período de plenitud que puede quebrarse cuando uno menos se lo imagina.
Entre la menor de esas hermanas y su amigo de veraneo -un niño de campo que guarda un importante secreto- surge una relación de amistad y profundo respeto, donde la curiosidad, el juego y las sonrisas se mezclan con revelaciones inesperadas, una repentina crisis de identidad y el inevitable trauma provocado por el pasaje hacia la adultez.
Presente en San Sebastián para acompañar a su filme, Solomonoff habló con Télam sobre el modo en que abordó esta historia rodada en Urdinarrain, provincia de Entre Ríos, sobre sus temas y preocupaciones principales y sobre la manera en la que trabajó con los niños que lo protagonizan.
-¿Hasta qué punto es autobiográfica la película? ¿Cómo se vincula con "Hermanas"?
-Es mucho más autobiográfica que "Hermanas", porque está hecha de más recuerdos y sensaciones personales. Lo que tiene de autobiográfico es la mirada, porque está vista desde un personaje que tiene mucho en común conmigo.
Es un relato mucho más subjetivo. -¿Viviste las mismas sensaciones que la niña protagonista?
-Recuerdo perfectamente el momento en el que mi hermana mayor entró en la preadolescencia y eso para mí fue una sensación de exclusión enorme. La película empieza por entender esa primera soledad que uno tiene. La curiosidad, la confusión, los sentimientos encontrados, querer pasar por lo mismo y al mismo tiempo separarse de eso.
-¿Y la historia de Mario, el niño del campo?
-El cruce con la historia particular de Mario también tiene una raíz autobiográfica. Mi madre es ginecóloga, de chiquita escuché un caso muy similar y quedé muy sacudida e intrigada por eso. Creo que el hecho de haber sabido que existían otras identidades debe haberme marcado la manera en que yo en la adolescencia también entendí mis propias transformaciones.
-¿Cuál es la mirada de la película sobre lo que le ocurre al personaje?
-Es una mirada amorosa. Estoy en contra de la palabra tolerancia, porque predispone a una negatividad, tolerar algo que no es bueno. Lo que le pasa a ella es que no sólo tolera a Mario, se enamora, que es mucho más que tolerar, es enamorarse de alguien diferente.
-¿Qué representa la Boyita? ¿La transformación y el paso a otra etapa de la vida?
-Para mí la Boyita era un espacio de cierta intimidad y juego de una niñez bastante protegida. Es una especie de útero, de huevo, un lugar que a mi personalmente me resuena con memorias. Pero cuando se rompe da paso a un crecimiento y a un momento de madurez.
-¿Eso es lo que ocurre con la protagonista?
-Ella empieza muy pendiente de su hermana mayor, necesitando entrar a algo de lo que es excluida, pero termina madurando mucho más que ella, porque en ese estar sola, en ese ir al campo, en ese preguntar, en ese acompañar a alguien en su propia transformación, vuelve en un cuerpo todavía infantil pero con una mirada y una cabeza ya superadora.
-¿Cómo se relaciona esta película con tus filmes anteriores?
-Esta película es la construcción de un puente, de un vínculo. Y cada vez creo más que esa es mi función, incluso en otras situaciones, y es algo que a mi me causa mucho placer. Es muy lindo poder conectar a la gente y que esa gente pueda ayudarse mutuamente. A mi me interesan esos encuentros y como uno afecta al otro.
-¿El tema de la película es el hermafrodismo?
No, porque Mario no es un hermafrodita, sino que tiene hiperplacia suprarenal congénita, es decir que genéticamente es una nena, pero una nena con un clítoris más grande que parece un pene. Igual, la película no solamente habla de una identidad sexual ambigua o compleja, también habla de cómo nosotros reaccionamos, de cómo aceptamos o no, de cómo creemos saber qué es una mujer o un hombre.
No comments:
Post a Comment