viernes, 28 de agosto de 2009
Janet González Bolívar / Primera Hora
La nueva sensación del pop estadounidense, Lady Gaga, procura ser extravagante en todo sentido. Viste atuendos estrambóticos, arregla su cabello en complicados peinados y graba vídeos controversiales para cautivar la atención mediática. Pero su lado más polémico es, quizás, el menos evidente para sus seguidores: la condición de hermafroditismo -o intersexualidad- que esconde en su entrepierna.
Todo se descubrió hace algunas semanas, cuando salió a la luz pública un video suyo en pleno escenario que mostraban un “bulto sospechoso” en el área. La cantante, lejos de desmentir el escándalo, confesó que tiene ambos genitales, que para ella es algo normal, pero que sexualmente se siente mujer.
Esta cándida revelación es, sin embargo, una excepción en el complicado mundo de los intersexuales, quienes suelen esconderse entre las sombras ante la incertidumbre de ser hombre o mujer. La mezcla de características de ambos sexos es, según los expertos, un embarazoso problema que le trae numerosos dilemas a quienes padecen la condición. Atraviesan conflictos psicológicos, tienen una baja autoestima, sufren de problemas de identidad sexual y coquetean -incluso- con el suicidio, pues la sociedad los estigmatiza y les guarda distancia.
“La mayoría de los intersexed sienten una gran depresión, frustración, estrés y ansiedad, porque la persona no sabe qué es y no hay nadie que le hable claramente al respecto”, detalla el Dr. José R. Pando, psicólogo clínico y terapeuta sexual. “En estos casos, que no son muchos, existe una sensación de inhibición y un retraimiento social a lo largo de la vida: son los niños que no se quieren quitar la ropa en el locker room de educación física, los que se bañan con calzoncillos puestos, etcétera. Son personas que sufren muchísimo porque no se aceptan a ellas mismas”, asegura.
Sexualidad indefinida
Aunque es más común escuchar el término hermafrodita que intersexual, la realidad es que son más frecuentes los segundos. El Dr. Pando explica que la diferencia estriba en que en el hermafroditismo, la persona nace con genitales externos de ambos sexos (pene y vagina), mientras que en la intersexualidad sólo hay “vestigios o partes de los dos órganos”. En el ámbito de la neonatología, la Dra. Rosa Bonilla especifica que a este diagnóstico se le conoce como genitalia ambigua, concepto que etiqueta a los bebés cuyos genitales no son característicos de un sexo en particular.
“La definición de intersexualidad es cuando hay elementos biológicos en la anatomía del ser correspondientes a los dos sexos. Estos casos son más habituales que los de hermafroditismo, pues la idea de tener los dos equipos completos como sucede en esa afección -es decir, la vulva, el clítoris, las trompas (de Falopio) y, a la par, los testículos, el pene y la próstata-, no es tan común”, observa el Dr. Pando, quien ha tratado pacientes con intersexo.
Las manifestaciones anatómicas de esta hibridez son varias, pero la literatura científica ha fijado tres tipos de intersexualidad. En la intersexualidad 46 XY, conocida también como pseudohermafroditismo masculino, la persona tiene cuerpo y cromosomas de un hombre, pero sus genitales son femeninos. La 46 XX, o pseudohermafroditismo femenino, se manifiesta -por el contrario- mediante el físico y los cromosomas de una mujer pero con genitales masculinos. La tercera categoría es el hermafroditismo verdadero, ese infrecuente escenario en donde se presenta tanto un pene como un clítoris atrofiados.
La ambigüedad sexual que rodea a las personas que sufren estos males ocasiona que “muchos de los casos se vayan mal diagnosticados del hospital”, advierte la neonatóloga Bonilla. La especialista precisa, de hecho, que la mayoría de los intersexuales son criados como chicos debido a la existencia de un pequeño falo (que en realidad es un clítoris agrandado), aunque el sexo dominante es el femenino en términos cromosómicos.
“La genitalia ambigua es uno de los procesos más difíciles en la pediatría porque es muy duro decirle a una mamá que no se sabe si tuvo un varón o una hembra”, confiesa la Dra. Bonilla. “Lo más importante es que debemos hacer un diagnóstico lo más rápido posible porque esa incertidumbre trae mucha ansiedad a la familia, pero es necesario tener a la mano todos los resultados de los estudios pertinentes”, precisa.
¿Por qué sucede?
La intersexualidad es una rareza genética que tiene varias explicaciones. Una de ellas habla de trastornos hormonales en la madre durante el embarazo, periodo en que la mujer fabrica más hormonas masculinas de lo normal. El resultado en este cuadro es una visible alteración de los genitales externos, como un clítoris de mayor tamaño.
Aparte de esta teoría, los expertos explican que los intersexuales son el resultado de un “cortocircuito genético” en el desarrollo inicial del feto.
Asignando el sexo
En décadas pasadas, eran los padres quienes elegían el sexo del bebé intersexed tomando en cuenta la opinión del pediatra o médico de cabecera. La idea era que la asignación del sexo debía ser lo más rápido posible, así que la norma era tomar la decisión basándose en los genitales externos y no en el sexo de los cromosomas, como debe ser.
Hoy día, la historia es distinta. Si bien sigue siendo importante establecer un diagnóstico temprano -las leyes locales dan pocos días para registrar el sexo del recién nacido-, la realidad es que la complejidad de la condición y el gran número de casos dudosos hacen necesario que la etiquetación demore más.
Según explica la neonatóloga Bonilla, los bebés que presentan la anomalía de genitalia ambigua tienen que ser sometidos a una serie de estudios desde que nacen. Entre éstos figuran un análisis de cromosomas, un ultrasonido para evaluar la estructura de la pelvis (si existen ovarios y/o testículos que no hayan bajado) y un examen físico exhaustivo.
“En los países progresistas de avanzada científica, como Holanda, lo que se está haciendo es esperar para determinar no sólo cuál es el sexo que más se desarrolla y el que sea más funcional, sino también el que el dueño de ese cuerpo quiera manifestar”, puntualiza el Dr. Pando, añadiendo que esta decisión se podría retrasar entonces hasta la pubertad.
En estos casos, es el propio individuo el que decide sobre su sexo, aceptando o no someterse a alguna cirugía correctiva o tratamiento hormonal.
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