Tuesday, September 22, 2009

Algo más que un cromosoma

Alejandro Rodríguez

El cronómetro se detuvo en un minuto y 55 segundos: la final de los 800 metros planos femenil del Mundial de Atletismo de Berlín 2009 había terminado. Pero para la ganadora de la medalla de oro, la sudafricana Carsen Semenya, la carrera por demostrar su femineidad apenas comenzaba.

Una figura de raza negra, ausente de curvas femeninas, con rasgos masculinos en su rostro y utilizando pantaloncillos largos, levantaba los brazos para iniciar el festejo por su máximo logro deportivo hasta ese momento. Las primeras en cuestionar su sexo fueron las corredoras derrotadas. “Será mujer, pero yo sigo pensando que me ganó un hombre”, lanzó la italiana Elisa Cusma, sexta en cruzar la meta.

Ante su dominio abrumador en las preliminares, la Federación Internacional de Atletismo (iaaf, por sus siglas en inglés) comunicaba en conferencia de prensa que Semenya sería sometida a un examen de verificación de sexo. Una prueba que se aplica a las mujeres vencedoras con algún rasgo dudoso sobre su femineidad.

Esta acción que ejerce en nombre de la competencia limpia e igual, ha demostrado ser una medida atroz para quien es objeto de su aplicación.

Además, la medida tomada por la iaaf reabre la polémica sobre los parámetros para determinar las fronteras biológicas entre los competidores.

La prueba femenina

En el sentido estrictamente deportivo, Semenya despertó dudas desde los campeonatos africanos de este año, cuando realizó un tiempo de 1:56:72 minutos, lo que significó mejorar su marca personal por más de siete segundos. Para la final del Mundial de Berlín, celebrada el 19 de agosto pasado, la sudafricana de 18 años impuso el mejor tiempo de todo el año.

Con este antecedente, cualquier muestra de superioridad que demostrara en el Mundial sería suficiente justificación para someterla a una prueba de femineidad. Este polémico test se realizaba obligatoriamente para todas las mujeres que quisieran competir en los Juegos Olímpicos entre 1967 y 1999, pero el Comité Olímpico Internacional los suprimió al considerarlos humillantes. La iaaf había dejado de aplicarlos desde 1992.

El examen al que fue sometida la sudafricana consiste en observar si cuenta con los órganos sexuales femeninos; después, se analizan sus hormonas y cromosomas, para finalizar con un estudio sicológico. Un examen que, pese a lo completo que pueda parecer, sólo da parámetros para dejar la decisión final a la iaaf, ya de por sí criticada por hacer pública la decisión de someter a la corredora a esta revisión con la evidente consecuencia de la persecución ejercida por parte de los medios de comunicación y la sociedad.

Semenya nació siendo tratada como mujer, pero desde el colegio nunca le gustó usar falda y prefería los pantalones. Los más allegados a la corredora comentan que no le agradan del todos los hombres y que siempre ha preferido usar una ropa más sobria.

Para enredar más la situación, una presunta filtración de los estudios de la sudafricana al diario australiano Daily Telegraph de hace unos cuantos días afirma que Semenya presenta ausencia de ovarios y presencia de testículos internos. Un caso de intersexualidad. Lo cual sería suficiente explicación para entender la presencia de altos niveles de testosterona, pero con la polémica más viva que nunca sobre su condición para competir con mujeres.

Reglas genéticas

A lo largo de la historia del deporte se han dado diversos casos de sexualidad biológicamente pocos claros. Mientras que atletas como la polaca Stella Walsh o la india Santhi Soundarajar compitieron como mujeres pese a contar con genitales masculinos, la checa Zdenka Koubkova, hermafrodita, dejó de vivir como fémina tras no pasar un examen ginecológico en 1934.

También se han dado casos de dopaje en los que se somete a la deportista a tratamientos hormonales para aumentar su nivel de testosterona. Quizás el caso más sonado al respecto sea el de la alemana Heidi Krieger, a quien su entrenador, Ekkart Arbeit, sometía a tal cantidad de anabolizantes que tuvo que realizarse una operación de reasignación de sexo para convertirse en Andreas Krieger.

Y para aumentar más las dudas sobre el caso Semenya, resulta que Arbeit también se involucró en la preparación de la corredora, como doctor del equipo de atletismo sudafricano. El que fuera parte del cuerpo técnico de la República Democrática Alemana de 1982 a 1988 es aún recordado por inyectar a sus atletas hormonas masculinas.

Pese a los resultados finales que determine la iaaf —durante la segunda quincena de noviembre—, el debate está abierto. La determinación de una mujer es algo más que la aparición de cromosomas x en el par 23. Por otro lado, si se es estricto con las personas con anomalías sexuales, ¿por qué no se es en otras diferencias genéticas como son los kenianos con mayor presencia de fibras rápidas, o las mujeres con una musculatura superior a las de una fémina promedio?

Los mismos fenómenos deportivos destacan por tener una genética diferente a los demás sin que aún se les haya cuestionado su legalidad para competir. Mientras tanto, Semenya lleva 31 días en la carrera por demostrar su femineidad. Entre ella y la meta, aún se observan muchos obstáculos más.

alejandro.rodriguez@masterperiodismo.com

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