Wednesday, January 30, 2008

Ella o el, el o ella

Rosalinda Coronado

¡Parece hombre!, míralo.

Una mujer no se atrevería a hacer eso.

En efecto, ella es él. Nació hermafrodita y en lugar de esconderse, explotó a su favor el error de la naturaleza en su concepción.

Hermafrodita, seudohermafrodita, así se definen a esas personas que posen doble sexualidad (femenina y varonil).

Las investigaciones médicas y científicas informan que cuando alguien es hermafrodita es porque existe una discrepancia entre los genitales internos y externos (los testículos o los ovarios).

Los cuentos sobre ser hermafrodita, se han ido deslavando en el tiempo, para llamarlo desarrollo sexual DSD. Esta intersexualidad se puede dividir en cuatro categorías: Intersexualidad 46, XX; Intersexualidad 46, XY; Intersexualidad gonadal verdadera e Intersexualidad compleja o indeterminada.

El hermafroditismo verdadero, dicen los científicos, es una condición en la que se presentan tanto los tejidos reproductivos ováricos (femeninos) como testiculares (masculinos).

Dicha condición es relativamente rara. Involucra dos factores: genitales externos ambiguos y genitales que no pueden corresponder a la composición genética de la persona.

En el deporte, algunos casos han sido públicos.

Con los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro se le dio gran difusión al caso de Edinanci Silva.

La judoka tenía órgano sexual masculino, pero sus órganos internos eran femeninos.

Edinanci se extirpó el órgano sexual masculino y se hizo una reconstrucción clitoriana, lo que le permitió obtener el certificado de feminidad que pide el COI para participar en Juegos Olímpicos.

La historia olímpica registra otro caso, el de la alemana Dora Ratjen, cuya primera aparición fue en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936.

Tomó parte en salto de altura y quedó cuarta, con 1.58 metros.

En el Campeonato de Europa, celebrado en Viena en 1938, fue oro, hizo marca mundial con 1.70 metros.

Los jueces detectaron algo extraño al examinarla, y tras descubrir "órganos sexuales ambiguos", fue descalificada.

Años después fue camarero, con el nombre de Hermann. Ratjen explicó que había competido como mujer por presiones externas.

Dora (Hermann) no pasó un reconocimiento médico exhaustivo para determinar si realmente se trataba de un hombre o de un intersexual, una persona de sexo doble o ambiguo.

La tenista Renée Richards también levantó polvareda, porque era él, pero quiso ser ella, por lo que se realizó una operación de cambio de sexo.

En Perú, la boliviana Sandra Cortez Tancara fue descalificada de la prueba femenina del maratón Meseta del Bombón, por "problemas de identidad de género", derivados de la sospecha de ser transexual.

Moisés Marapi, de la Federación Peruana de Atletismo, dijo que Sandra Cortez era hermafrodita (persona que tiene los dos sexos), pero se sometió a una operación.

En Zimbabue también se dio un caso parecido, con Samukeliso Sithole, quien era la gran promesa del atletismo, dominaba todas las disciplinas atléticas.

Sithole, musculada, con voz algo ronca y vello facial, era en realidad Mduduzi Ngwenya, un varón. Contó a los jueces que había nacido hermafrodita.

Sus padres fueron con un curandero, tras examinar su cuerpo, se dictaminó que era dama y desaparecieron los genitales masculinos.

Estos son sólo algunos de los casos que se han podido comprobar en el deporte, donde ellos quieren ser ellas, en busca de la fama, el éxito y la admiración.

ANOMALÍAS

Existen casos de anomalía de cromosomas, que generan casos de hermafroditismo.

Existen seres humanos que tienen gónadas masculinas internas y genitales externos femeninos. Los músculos de las personas que tienen estas características, presentan receptores de testosterona, que es producida por los testículos internos, lo que hace que en el deporte estos individuos tengan mayor masa muscular.

El tratamiento al cuál deben someterse estas personas tiene que ser inicialmente de índole quirúrgico, y no sólo por las ventajas que pudiera darle, en caso de ser un atleta, sino porque en términos de salud, los testículos internos pueden llegar a convertirse en tumores malignos. Dicho tratamiento debe continuarse con hormonas para regular la salud de los pacientes.

En algunos casos conocidos, las o los atletas que se someten a estos tratamientos, han podido volver a practicar sus deportes, pero ya en la rama que realmente les corresponde, y algunos de ellos, dependiendo de su salud psicológica, han podido volver a alcanzar el podium.

Internacionalmente han corrido rumores sobre un caso similar en México, las reglas deportivas son muy claras al respecto, seguir el tratamiento indicado antes de poder volver a participar en algún evento internacional deportivo, como lo hizo la brasileña Edinanci Silva.

Fuente

Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual

Thursday, January 17, 2008

Gómez Rufo escribe una novela ´intergenérica´ sobre el miedo a envejecer

El miedo a envejecer y al deterioro físico han sido la chispa creativa que ha inspirado a Antonio Gómez Rufo la escritura de "La noche del tamarindo", una novela "intergenérica" llena de emociones que él mismo ha querido experimentar para hacerla más "verosímil" y porque, reconoce, está "loco".
EFE En una entrevista con Efe, Gómez Rufo (Madrid, 1954), confiesa que ha llegado "a meterse", como hace uno de sus personajes, una pistola en la boca, ha pasado "meses" viendo como las células madre "se comían un cáncer", pero, sobre todo, estuvo "toda una noche" interiorizando que su hija se moría para ponerse en la piel del protagonista.

Por eso, dice, está "agotado", tan cansado por los tres años de "sufrimiento" que le costado "La noche del tamarindo", que es incapaz de expresar en "cuatro ideas fuerza" de qué va la novela, que acaba de editar Planeta.

"He vivido buena parte de las experiencias que cuento porque en algunas novelas necesito que sea así para que resulte verosímil y veraz pero también porque soy un escritor que está loco, con un grado superior de locura al resto de escritores", revela.

El libro comienza con el robo de la partitura de "la décima sinfonía" de Beethoven, sigue con la búsqueda de tratamiento para el singular cáncer que padece una hermafrodita, un accidente de avión y el asesinato de una decena de personas.

"Son todos elementos esenciales para entender lo que sucede después, para preparar el puzzle de lo que será la trama principal", explica Gómez Rufo que ha compuesto con todo ello que él llama una novela "intergenérica", es decir "una mezcla de género amoroso, erótico, policiaco y thriller".

Su objetivo ha sido que el lector tuviese dos posibilidades al leerla: "que lo hiciera de forma superficial, y que le resultase entretenida, o bien que ahondase, porque es una invitación a la reflexión, una provocación a pensar".

Algunas de las cuestiones que plantea Gómez Rufo son "si hoy el dinero puede comprar más tiempo de vida", "si el amor sigue siendo el mejor refugio del ser humano" o "por qué los gobiernos no permiten a la Ciencia avanzar en la curación de enfermedades mortales".

"Quiero que el lector vea que el ser humano es incapaz de resignarse ante el propio envejecimiento; que debemos aplicarnos el principio de rectificación para que el planeta no se destruya; y que cualquier ser, por superficial que parezca, está lleno de sentimientos y de emociones y que, en el fondo, es buena persona", resume.

Además de ser una historia de "emociones íntimas", de "provocaciones y preguntas" en clave optimista, es la incesante sucesión de las aventuras de un multimillonario, Vinicio Salazar, en pos de la inmortalidad.

"Está claro -subraya- que hay una medicina para pobres y otra para ricos y solo pueden vivir más o/y mejor los que tienen dinero".

En su periplo, Salazar se pone en contacto con un científico que ha descubierto cómo hacer en los órganos depósitos de células madre, un inhibidor de la metástasis y la vacuna integral universal.

"A veces es la imaginación la que permite abrir las puertas de la Ciencia. Algunas cosas que yo he escrito en otras novelas las he visto luego en las noticias", asegura.

A pesar de ese mundo interior tan "creativo", los escritores son, a su juicio, "un coñazo", no como Verlaine o Baudelaire que eran "los protagonistas 'del tomate' -en referencia al programa de televisión- de sus tiempos".

Ahora, agrega, los únicos que tienen interés para la televisión son los escritores "mediáticos, los que salen en la tele a hacer otras tonterías. Los de verdad estamos en nuestra casa escribiendo".

Fuente

Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual

Friday, January 11, 2008

«Los hermafroditas se esconden, no quieren estar en las estadísticas»

POR FEDERICO MARÍN BELLÓN.
11-1-2008

-Es imposible acercarse a la película sin un poco de miedo, pero llama la atención la sensibilidad con la que está tratada la historia.

-Desde el primer momento tenía claro que es una historia de amor y que tenía que ser pudorosa, en el mejor sentido del término, sin pasar la línea hacia el sensacionalismo. Y sin mostrar, porque la tentación para muchísima gente es querer ver, como me contaban los chicos con los que hablé, y esa es la verdadera violación.

-¿Fue difícil encontrar a los chicos y hablar con ellos?

-No tanto. Primero me puse en contacto con una genetista muy conocida de Buenos Aires. Con ella fui trabajando el guión mientras ella hablaba con sus pacientes y les preguntaba quiénes estaban dispuestos a hablar conmigo. En París también hablé con una alemana que hizo un documental genial, «Octopusalarm», y también me ayudó mucho a descubrir la verdadera elección de la película, que se muestra al final. Esa es la marcha de mucha gente «intersex», que se han dado cuenta de que la intersexualidad tal vez no sea un lugar de paso.

-Perdone la ignorancia, pero ¿hay tantos casos?

-Ovbiamente son casos mínimos, pero no rarezas dentro del mundo del mito, como mucha gente cree. La película intenta no ser un documental, es una ficción, pero son muchos los casos distintos y los índices también varían de unas fuentes a otras. Los genetistas me decían que esa variación es porque se oculta. Los padres prefieren que no estén en las estadísticas.

-¿Cómo encontró a Inés, la protagonista?

-Me pareció que iba a ser dificilísimo hacerlo con un menor. Inés tiene 24 años y la cabeza de una mujer, pero parece una niña de 15 o 16 años. La vi en una película argentina muy pequeña y aunque su papel era mínimo me pareció fabulosa. Muchos me advertían que parecía demasiado femenina, pero ella adelgazó diez kilos e hizo todo un trabajo de preparación que la transformó. La intensidad que tiene era perturbadora.

-¿Cuál fue su reacción al conocer el papel?

-No sabía ni que existía eso. «¿Eso puede existir o es una ficción?», me preguntó. Tuvo que trabajar mucho en eso también. Siempre venía conmigo a las entrevistas y se bebió el personaje.

-Ricardo Darín está tan bien como siempre, pero su papel no es tan importante y consigue que, si no lo conoces, no parezca una estrella.

-Él tenía muy claro eso. Trabajamos mucho incluso su aspecto, con cierta dejadez y un perfil bajo. Disfrutó mucho, porque decía que era un alivio hacer un papel casi de reparto pero que es muy importante.

-¿Se involucró mucho en el proyecto?

-Sí, pero fue muy respetuoso. Es algo muy bueno también de él, que con el nombre que tiene podía haber sido atosigante. Fue muy aliado mío en todo el rodaje e incluso en escenas en las que veía algo, siempre se cuidaba de hacerlo a solas y en voz baja. Él terminó su parte antes, porque armamos el plan de rodaje para que pudiera irse y hacer su película con Eduardo Mignogna, que murió a mitad de película, y aun así se quedó hasta el final para acompañarnos. Tuvo un nivel de generosidad enorme.

-La película parte de un relato de Sergio Bizzio, su marido. ¿Es cómodo tener un fabricante de historias en casa?

-Hemos invertido los roles. Muchas veces él ha filmado historias que yo escribí. Él siempre es mi primer lector y yo su primera lectora y hacemos pequeñas correcciones que sólo nos permitimos a nosotros.

-¿La sombra del padre ha impedido que debutara antes como directora?

-Estaba tan bien en el campo de la escritura que ni me lo planteaba. Tengo tres hermanos más que hacen cine y yo estaba en una cosa que me gustaba mucho. Fue más como una tentación. Empecé a dirigir unos cortos a partir de unos guiones que me ofrecieron y me divirtió. Cuando apareció esta historia fue como un empujón.

-Imagino que sería una locura cuando llegó el Oscar por «La historia oficial».

-Pero fue un momentito. Por suerte, mi padre eligió quedarse en Argentina y nos permitió tener unas vidas normales, aunque muy ligadas al cine. La primera película de mi papá se filmó en nuestra casa. El cuarto de la chica era mi cuarto y yo me llevaba una bolsa con mis cosas para dormir en la cocina. Convivíamos con el cine como algo de todos los días.

-¿En algún momento tuvo la tentación de llamar y preguntar «Papá, cómo hago esta escena»?

-No, supongo que por los años de televisión. Muchas veces tienes que mantener la calma y escribir una escena en pleno rodaje. A mí la presión me pone muy fría. No tengo problema en seguir adelante. Bajé diez kilos, también debo decirlo. No comía ni dormía durante el rodaje, pero lo pasé muy bien, fui muy feliz.

Fuente

Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual

Monday, January 7, 2008

El desgarro en un cuerpo de dos sexos

Lucía Puenzo entra en el alma de una hermafrodita en el filme 'XXY'

ROCÍO GARCÍA - Madrid - 07/01/2008

¿Qué hubiera pasado si nunca me hubieran tocado el cuerpo? ¿Y si me hubieran dejado elegir? Las voces de esos chicos de 14 o 15 años que se hacían día a día las mismas preguntas llegaron al corazón de Lucía Puenzo. "Ahí se me disparó la película", asegura esta realizadora argentina, que con su primer filme, XXY, ha arrebatado ya al público y la crítica internacional. XXY, un retrato valiente, desgarrador y hermoso sobre una adolescente hermafrodita, consiguió en el pasado Festival de Cannes el Gran Premio de la Semana de la Crítica y el Premio de la Juventud.

La verdad es que el debú en el cine de esta escritora no ha podido ser más exitoso. XXY, protagonizada por Inés Efron, Martín Priroyanski, Ricardo Darín y Germán Palacios, entre otros, también ha sido elegida por la Academia de Cine de Argentina para optar a los Oscar de Hollywood como mejor película de habla no inglesa. "Ha sido todo tan veloz que la falta de tiempo ha provocado que todas las inseguridades que tenía estuvieran dirigidas hacia el trabajo. No había tiempo para más", asegura esta cineasta, hija del director Luis Puenzo, productor también del filme. Por lo que parece, las prisas no van a abandonar a esta argentina de 34 años. Tampoco el riesgo. El próximo mes de abril comienza el rodaje de su segundo largometraje, El niño pez, una historia de amor entre dos chicas de clases sociales muy diferentes. El encuentro entre la hija de familia adinerada y conservadora y la joven que entra a trabajar en la casa, que esconde un oscuro secreto, terminará con un crimen y la huida hacia Paraguay.

XXY, que se estrena en España el próximo día 14, nace del enamoramiento de un personaje literario, inspirado en un cuento de su marido, el también autor y cineasta Sergio Bizzio. "El personaje de Álex es casi lo único que queda del cuento. La fuerza de esa chica adolescente que para mí era como una versión exacerbada de todas las dudas que acechan a los adolescentes. El cuerpo de esa chica en el que conviven dos sexos es como una síntesis de todo el desgarro que un adolescente puede tener, de todas las dudas de alguien que ya no es un niño pero tampoco un adulto, tierra fértil de lo que te vas a convertir en cualquier momento. XXY es la mezcla del impacto que tuvo un cuento sobre mí y de todo lo que está pasando hoy en el mundo real con el hermafroditismo", explicaba, rápida y segura, Lucía Puenzo, durante una visita a Madrid el pasado mes de diciembre.

Y lo que está pasando con el hermafroditismo es el drama de muchos chicos y chicas, también de padres y de médicos, que no llegaban jamás a la pubertad sin haber sido operados de niños. Lucía Puenzo realizó meses de investigación antes de embarcarse en esta arriesgada historia. Lo primero que hizo fue ponerse en contacto con una genetista rupturista con las antiguas costumbres de operar a los chicos que nacían con ambigüedad sexual durante la niñez -"normalizarlos" es como se llama a esta cirugía"-. Fueron justamente los testimonios de tantos chicos operados, de tantos padres y médicos, que ponían en duda el traumatismo de la operación los que le guiaron por la historia de XXY. "Hoy existe para ciertos papás y ciertos médicos la opción de no operar de inmediato, de elegir, de dejar abierta la puerta para poder vivir protegidos y crecer de manera normal".

XXY es la historia del despertar sexual de una adolescente argentina hermafrodita. Álex (Inés Efron) tiene 15 años y esconde un secreto. Al poco tiempo de nacer, sus padres (Ricardo Darín y Valeria Bertuccellin) deciden instalarse en una cabaña aislada en las afueras de Piriápolis, en Uruguay, para así poder proteger de las miradas a su hija. En el pueblo, Álex ya es observada como si fuera un fenómeno. Nunca ha sido operada. Su cuerpo alberga dos sexos: un interior femenino y un exterior masculino. Todo comienza con el encuentro de Álex y Álvaro, otro adolescente, hijo de un cirujano plástico (Germán Palacios) de Buenos Aires, que acepta la invitación de conocer a la adolescente hermafrodita por interés médico.

No hay cifras fiables sobre el número de hermafroditas en Argentina. Según la investigación llevada a cabo por Puenzo, los números varían según los libros o los servicios médicos, en buena parte por el secretismo de los propios padres. "Pueden nacer unos 500 niños al año", asegura la realizadora, que ha contado en todo el proceso con el apoyo y la ayuda de activistas adultos y de organizaciones en torno al hermafroditismo. "Hay que dejar claro que XXY es una ficción, no es un documental, pero el realismo médico ha sido extremo. Para mí fue muy importante que los activistas salieran a defender que la intersexualdiad pudiera tener una poética, que también de ello se podía hacer ficción".

El miedo al cuerpo, a mirarse al espejo y ver lo que uno no quiere, viaja a través de todo el filme, rodado en el propio pueblo de Pirápolis, protegidos del mundo exterior como los propios padres pretenden con su hija Álex. Pero si una cosa tenía clara Lucía Puenzo era la de no cruzar la línea del sensacionalismo. El pudor ha sido regla fundamental en el tratamiento de la historia y así se obvian todas las escenas en las que se puede ver ese sexo secreto. "Sabía que si me saltaba esa línea, destrozaba de un plumazo toda esa historia de amor que yo quería contar. No podía caer en lo que tantos chicos sufrieron en sus propias carnes, de la curiosidad que despertaba su ambigüedad. La violación con estos chicos está en el querer ver su sexo. Para mí estaba claro que no se podía mostrar".

http://www.elpais.com/articulo/cultura/desgarro/cuerpo/sexos/elpepicul/20080107elpepicul_4/Tes

Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual

Sunday, January 6, 2008

“No sólo hay dos identidades sexuales posibles”

Lucía Puenzo
“No sólo hay dos identidades sexuales posibles”

Con su primer filme, Lucía Puenzo (Argentina, 1973) ha ganado premios en medio mundo. XXY recibió el Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes, cinco premios Clarín en su país natal y galardones en São Paulo o Atenas. En la película, la hija de Luis Puenzo reflexiona sobre la identidad a partir de una chica hermafrodita.

Pregunta: Viendo XXY uno tiene la impresión de que la ha rodado desde la sensibilidad extrema...
Respuesta: El reto era contar una historia de amor sin caer en el sensacionalismo. Cuando uno tiene un protagonista hermafrodita, como es el caso de Álex (Inés Efrón) es muy fácil caer en ello. En realidad, Álex no es más que una versión llevada al extremo de la ambigüedad propia de la adolescencia.
P: Quizá, lo más sorprendente, es esa renuncia de Álex a definirse...
R: Hasta hace muy poco, se operaba a todas las personas intersexuales para que se ubicaran en una identidad sexual. Esas intervenciones se llamaban de “normalización”, lo cual da una idea de la ideología que estaba detrás.
P: Lo “normal”, ese misterio.
R: ¿Qué es ser normal? Esa pregunta se la hace Álex y me la hago yo. Además, nunca me gustó ni en literatura ni en cine los finales cerrados.
P: Como la vida misma cuando uno es adolescente, una página en blanco.
R: Donde termina la película también empieza otra cosa que no sabemos qué es, ahí está la libertad del espectador para imaginar lo que quiera. Cuando estos chicos conectan el uno con el otro descubren una parte de ellos mismos que los conducirá a otro camino.
P: Hay un claro sentido de la rebelión contra las etiquetas.
R: Creo que Álex sigue un proceso parecido al mío mientras iba escribiendo el guión. Al principio, trata de ajustarse a unos moldes previamente establecidos. Poco a poco comienza a tomar conciencia de quién es y se plantea esas fronteras. Al final, yo misma estaba convencida de que no hay sólo dos identidades sexuales posibles. El mundo no tiene por qué estar dividido en modalidades binarias.
P: Hay, también, un llamamiento al respeto por unas personas que quizá nos asustan.
R: No es suficiente. Cuando comencé a tratar con personas intersexuales hubo un aspecto que me dejó muy sorprendida y me hizo reflexionar. Fue cuando me dijeron que no querían sólo que se las respetara, también exigían que se las deseara. Es importante saber que esta gente tiene derecho a ser amada.
P: Adentrarse en la sexualidad siempre supone meterse de lleno en un profundo abismo.
R: Es una faceta fascinante del ser humano. La sexualidad está relacionada con la energía vital y está conectada con lo más profundo de nuestro ser. Para un artista siempre supone un riesgo.
P: Jeffrey Eugenides abordó el mismo asunto en Middlesex, su celebrada novela, aunque su punto de vista era muy distinto. Allí el protagonista sí se decidía por una identidad.
R: Cuando leí la novela me fascinó. Él entra en el mismo universo que yo y, efectivamente, le da un tratamiento totalmente distinto, aunque creo que hay una serie de temas de fondo en el que coincidimos, más allá de soluciones concretas. Por otra parte, el origen de XXY también es literario ya que está basada en un cuento de mi marido, Sergio Bizzio.
P: La intersexualidad sigue siendo un tabú. ¿Se ha encontrado con algún problema?
R: Más bien al contrario. He tenido la suerte de recorrer medio mundo con la película y me ha sorprendido que en todas las culturas la historia se entendía perfectamente. En Tailandia, por ejemplo, la transexualidad está a la orden del día. Esa mezcla entre lo masculino y lo femenino forma parte de su cultura.
P: Da la impresión de que debió ser difícil rodar con la pareja protagonista, siendo tan jóvenes.
R: Fue un rodaje complicado a nivel emocional, es cierto. Tanto Inés (Efrón) como Martín Piroyanski, los actores, tienen 22 años, siete años más que los que representan en pantalla. Yo creo que era importante que tuvieran esa distancia emocional respecto a esa edad para poder plasmarla bien. Trabajé mucho con ellos antes de rodar, sobre todo el aspecto físico. No es fácil fumar o moverse como un adolescente.
P: La película se enmarca en la tradición de cine de autor puro y duro, pero al mismo tiempo parece encontrar sus referentes en el cine indie de Estados Unidos.
R: Me siento muy próxima tanto a una determinada tradición europea como estadounidense. Siempre me gustó muchísimo el cine de personajes y me declaro muy admiradora de Casavettes. Lo que sí siento es que estoy más influida por la literatura que por el cine. Creo que Salinger, Cheever o Carver son las personas que más me han impactado como artista.
P: Su padre tiene un Oscar por La historia oficial (1985). ¿Le viene el cine de familia?
R: Por supuesto, he crecido en este medio y llevo el gusanillo en los genes. Mi papá siempre dirigió películas, mis tres hermanos están metidos en este mundo y mi marido es novelista. Lo llevo dentro.

Juan SARDÁ

http://www.elcultural.es/HTML/20080110/Letras/Letras22129.asp

Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual