El miedo a envejecer y al deterioro físico han sido la chispa creativa que ha inspirado a Antonio Gómez Rufo la escritura de "La noche del tamarindo", una novela "intergenérica" llena de emociones que él mismo ha querido experimentar para hacerla más "verosímil" y porque, reconoce, está "loco".
EFE En una entrevista con Efe, Gómez Rufo (Madrid, 1954), confiesa que ha llegado "a meterse", como hace uno de sus personajes, una pistola en la boca, ha pasado "meses" viendo como las células madre "se comían un cáncer", pero, sobre todo, estuvo "toda una noche" interiorizando que su hija se moría para ponerse en la piel del protagonista.
Por eso, dice, está "agotado", tan cansado por los tres años de "sufrimiento" que le costado "La noche del tamarindo", que es incapaz de expresar en "cuatro ideas fuerza" de qué va la novela, que acaba de editar Planeta.
"He vivido buena parte de las experiencias que cuento porque en algunas novelas necesito que sea así para que resulte verosímil y veraz pero también porque soy un escritor que está loco, con un grado superior de locura al resto de escritores", revela.
El libro comienza con el robo de la partitura de "la décima sinfonía" de Beethoven, sigue con la búsqueda de tratamiento para el singular cáncer que padece una hermafrodita, un accidente de avión y el asesinato de una decena de personas.
"Son todos elementos esenciales para entender lo que sucede después, para preparar el puzzle de lo que será la trama principal", explica Gómez Rufo que ha compuesto con todo ello que él llama una novela "intergenérica", es decir "una mezcla de género amoroso, erótico, policiaco y thriller".
Su objetivo ha sido que el lector tuviese dos posibilidades al leerla: "que lo hiciera de forma superficial, y que le resultase entretenida, o bien que ahondase, porque es una invitación a la reflexión, una provocación a pensar".
Algunas de las cuestiones que plantea Gómez Rufo son "si hoy el dinero puede comprar más tiempo de vida", "si el amor sigue siendo el mejor refugio del ser humano" o "por qué los gobiernos no permiten a la Ciencia avanzar en la curación de enfermedades mortales".
"Quiero que el lector vea que el ser humano es incapaz de resignarse ante el propio envejecimiento; que debemos aplicarnos el principio de rectificación para que el planeta no se destruya; y que cualquier ser, por superficial que parezca, está lleno de sentimientos y de emociones y que, en el fondo, es buena persona", resume.
Además de ser una historia de "emociones íntimas", de "provocaciones y preguntas" en clave optimista, es la incesante sucesión de las aventuras de un multimillonario, Vinicio Salazar, en pos de la inmortalidad.
"Está claro -subraya- que hay una medicina para pobres y otra para ricos y solo pueden vivir más o/y mejor los que tienen dinero".
En su periplo, Salazar se pone en contacto con un científico que ha descubierto cómo hacer en los órganos depósitos de células madre, un inhibidor de la metástasis y la vacuna integral universal.
"A veces es la imaginación la que permite abrir las puertas de la Ciencia. Algunas cosas que yo he escrito en otras novelas las he visto luego en las noticias", asegura.
A pesar de ese mundo interior tan "creativo", los escritores son, a su juicio, "un coñazo", no como Verlaine o Baudelaire que eran "los protagonistas 'del tomate' -en referencia al programa de televisión- de sus tiempos".
Ahora, agrega, los únicos que tienen interés para la televisión son los escritores "mediáticos, los que salen en la tele a hacer otras tonterías. Los de verdad estamos en nuestra casa escribiendo".
Fuente
Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual