POR FEDERICO MARÍN BELLÓN.
11-1-2008
-Es imposible acercarse a la película sin un poco de miedo, pero llama la atención la sensibilidad con la que está tratada la historia.
-Desde el primer momento tenía claro que es una historia de amor y que tenía que ser pudorosa, en el mejor sentido del término, sin pasar la línea hacia el sensacionalismo. Y sin mostrar, porque la tentación para muchísima gente es querer ver, como me contaban los chicos con los que hablé, y esa es la verdadera violación.
-¿Fue difícil encontrar a los chicos y hablar con ellos?
-No tanto. Primero me puse en contacto con una genetista muy conocida de Buenos Aires. Con ella fui trabajando el guión mientras ella hablaba con sus pacientes y les preguntaba quiénes estaban dispuestos a hablar conmigo. En París también hablé con una alemana que hizo un documental genial, «Octopusalarm», y también me ayudó mucho a descubrir la verdadera elección de la película, que se muestra al final. Esa es la marcha de mucha gente «intersex», que se han dado cuenta de que la intersexualidad tal vez no sea un lugar de paso.
-Perdone la ignorancia, pero ¿hay tantos casos?
-Ovbiamente son casos mínimos, pero no rarezas dentro del mundo del mito, como mucha gente cree. La película intenta no ser un documental, es una ficción, pero son muchos los casos distintos y los índices también varían de unas fuentes a otras. Los genetistas me decían que esa variación es porque se oculta. Los padres prefieren que no estén en las estadísticas.
-¿Cómo encontró a Inés, la protagonista?
-Me pareció que iba a ser dificilísimo hacerlo con un menor. Inés tiene 24 años y la cabeza de una mujer, pero parece una niña de 15 o 16 años. La vi en una película argentina muy pequeña y aunque su papel era mínimo me pareció fabulosa. Muchos me advertían que parecía demasiado femenina, pero ella adelgazó diez kilos e hizo todo un trabajo de preparación que la transformó. La intensidad que tiene era perturbadora.
-¿Cuál fue su reacción al conocer el papel?
-No sabía ni que existía eso. «¿Eso puede existir o es una ficción?», me preguntó. Tuvo que trabajar mucho en eso también. Siempre venía conmigo a las entrevistas y se bebió el personaje.
-Ricardo Darín está tan bien como siempre, pero su papel no es tan importante y consigue que, si no lo conoces, no parezca una estrella.
-Él tenía muy claro eso. Trabajamos mucho incluso su aspecto, con cierta dejadez y un perfil bajo. Disfrutó mucho, porque decía que era un alivio hacer un papel casi de reparto pero que es muy importante.
-¿Se involucró mucho en el proyecto?
-Sí, pero fue muy respetuoso. Es algo muy bueno también de él, que con el nombre que tiene podía haber sido atosigante. Fue muy aliado mío en todo el rodaje e incluso en escenas en las que veía algo, siempre se cuidaba de hacerlo a solas y en voz baja. Él terminó su parte antes, porque armamos el plan de rodaje para que pudiera irse y hacer su película con Eduardo Mignogna, que murió a mitad de película, y aun así se quedó hasta el final para acompañarnos. Tuvo un nivel de generosidad enorme.
-La película parte de un relato de Sergio Bizzio, su marido. ¿Es cómodo tener un fabricante de historias en casa?
-Hemos invertido los roles. Muchas veces él ha filmado historias que yo escribí. Él siempre es mi primer lector y yo su primera lectora y hacemos pequeñas correcciones que sólo nos permitimos a nosotros.
-¿La sombra del padre ha impedido que debutara antes como directora?
-Estaba tan bien en el campo de la escritura que ni me lo planteaba. Tengo tres hermanos más que hacen cine y yo estaba en una cosa que me gustaba mucho. Fue más como una tentación. Empecé a dirigir unos cortos a partir de unos guiones que me ofrecieron y me divirtió. Cuando apareció esta historia fue como un empujón.
-Imagino que sería una locura cuando llegó el Oscar por «La historia oficial».
-Pero fue un momentito. Por suerte, mi padre eligió quedarse en Argentina y nos permitió tener unas vidas normales, aunque muy ligadas al cine. La primera película de mi papá se filmó en nuestra casa. El cuarto de la chica era mi cuarto y yo me llevaba una bolsa con mis cosas para dormir en la cocina. Convivíamos con el cine como algo de todos los días.
-¿En algún momento tuvo la tentación de llamar y preguntar «Papá, cómo hago esta escena»?
-No, supongo que por los años de televisión. Muchas veces tienes que mantener la calma y escribir una escena en pleno rodaje. A mí la presión me pone muy fría. No tengo problema en seguir adelante. Bajé diez kilos, también debo decirlo. No comía ni dormía durante el rodaje, pero lo pasé muy bien, fui muy feliz.
Fuente
Un servicio de la
Orgnanización Internacional Intersexual