Lucía Puenzo
“No sólo hay dos identidades sexuales posibles”
Con su primer filme, Lucía Puenzo (Argentina, 1973) ha ganado premios en medio mundo. XXY recibió el Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes, cinco premios Clarín en su país natal y galardones en São Paulo o Atenas. En la película, la hija de Luis Puenzo reflexiona sobre la identidad a partir de una chica hermafrodita.
Pregunta: Viendo XXY uno tiene la impresión de que la ha rodado desde la sensibilidad extrema...
Respuesta: El reto era contar una historia de amor sin caer en el sensacionalismo. Cuando uno tiene un protagonista hermafrodita, como es el caso de Álex (Inés Efrón) es muy fácil caer en ello. En realidad, Álex no es más que una versión llevada al extremo de la ambigüedad propia de la adolescencia.
P: Quizá, lo más sorprendente, es esa renuncia de Álex a definirse...
R: Hasta hace muy poco, se operaba a todas las personas intersexuales para que se ubicaran en una identidad sexual. Esas intervenciones se llamaban de “normalización”, lo cual da una idea de la ideología que estaba detrás.
P: Lo “normal”, ese misterio.
R: ¿Qué es ser normal? Esa pregunta se la hace Álex y me la hago yo. Además, nunca me gustó ni en literatura ni en cine los finales cerrados.
P: Como la vida misma cuando uno es adolescente, una página en blanco.
R: Donde termina la película también empieza otra cosa que no sabemos qué es, ahí está la libertad del espectador para imaginar lo que quiera. Cuando estos chicos conectan el uno con el otro descubren una parte de ellos mismos que los conducirá a otro camino.
P: Hay un claro sentido de la rebelión contra las etiquetas.
R: Creo que Álex sigue un proceso parecido al mío mientras iba escribiendo el guión. Al principio, trata de ajustarse a unos moldes previamente establecidos. Poco a poco comienza a tomar conciencia de quién es y se plantea esas fronteras. Al final, yo misma estaba convencida de que no hay sólo dos identidades sexuales posibles. El mundo no tiene por qué estar dividido en modalidades binarias.
P: Hay, también, un llamamiento al respeto por unas personas que quizá nos asustan.
R: No es suficiente. Cuando comencé a tratar con personas intersexuales hubo un aspecto que me dejó muy sorprendida y me hizo reflexionar. Fue cuando me dijeron que no querían sólo que se las respetara, también exigían que se las deseara. Es importante saber que esta gente tiene derecho a ser amada.
P: Adentrarse en la sexualidad siempre supone meterse de lleno en un profundo abismo.
R: Es una faceta fascinante del ser humano. La sexualidad está relacionada con la energía vital y está conectada con lo más profundo de nuestro ser. Para un artista siempre supone un riesgo.
P: Jeffrey Eugenides abordó el mismo asunto en Middlesex, su celebrada novela, aunque su punto de vista era muy distinto. Allí el protagonista sí se decidía por una identidad.
R: Cuando leí la novela me fascinó. Él entra en el mismo universo que yo y, efectivamente, le da un tratamiento totalmente distinto, aunque creo que hay una serie de temas de fondo en el que coincidimos, más allá de soluciones concretas. Por otra parte, el origen de XXY también es literario ya que está basada en un cuento de mi marido, Sergio Bizzio.
P: La intersexualidad sigue siendo un tabú. ¿Se ha encontrado con algún problema?
R: Más bien al contrario. He tenido la suerte de recorrer medio mundo con la película y me ha sorprendido que en todas las culturas la historia se entendía perfectamente. En Tailandia, por ejemplo, la transexualidad está a la orden del día. Esa mezcla entre lo masculino y lo femenino forma parte de su cultura.
P: Da la impresión de que debió ser difícil rodar con la pareja protagonista, siendo tan jóvenes.
R: Fue un rodaje complicado a nivel emocional, es cierto. Tanto Inés (Efrón) como Martín Piroyanski, los actores, tienen 22 años, siete años más que los que representan en pantalla. Yo creo que era importante que tuvieran esa distancia emocional respecto a esa edad para poder plasmarla bien. Trabajé mucho con ellos antes de rodar, sobre todo el aspecto físico. No es fácil fumar o moverse como un adolescente.
P: La película se enmarca en la tradición de cine de autor puro y duro, pero al mismo tiempo parece encontrar sus referentes en el cine indie de Estados Unidos.
R: Me siento muy próxima tanto a una determinada tradición europea como estadounidense. Siempre me gustó muchísimo el cine de personajes y me declaro muy admiradora de Casavettes. Lo que sí siento es que estoy más influida por la literatura que por el cine. Creo que Salinger, Cheever o Carver son las personas que más me han impactado como artista.
P: Su padre tiene un Oscar por La historia oficial (1985). ¿Le viene el cine de familia?
R: Por supuesto, he crecido en este medio y llevo el gusanillo en los genes. Mi papá siempre dirigió películas, mis tres hermanos están metidos en este mundo y mi marido es novelista. Lo llevo dentro.
Juan SARDÁ
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